Toda una vida como testigo directo de lo que sucedía en España da para escribir un libro... Y eso es lo que ha hecho la periodista Pilar Cernuda, que ayer presentó Lo que yo recuerdo, un título en el que repasa su intensa carrera periodística porque -admite- ha vivido mucho y le apetecía contarlo, y son tantas historias de la política y cultura, que algunos «no creerán que haya podido vivir situaciones propias de una novela».
Cernuda, que estuvo acompañada en el acto de los periodistas Carlos Alsina y Julia Navarro, narra los entresijos de este recorrido por sus más de 50 años de profesión en los ha habido de todo: política, pero también cultura y espectáculo. Y también, comenta, una forma de trabajar en la que se contaban las noticias a pie de calle. «Ahora se meten en internet para informarse», apostilla.
Medio siglo en los ha sido testigo de situaciones insólitas y momentos que forman parte de la historia, desde que empezó en Vigo, en la revista Cristal, en Mundo Joven, en Estudio Abierto, Colpisa. Cuenta su vida periodística a través de los personajes que ha conocido y que cree que ahora se pueden explicar, como, por ejemplo, «las gestiones del rey Juan Carlos para que, cuando fuera Jefe de Estado, España fuera una democracia. Cuento qué contactos hubo de una y otra parte». Y también habla de Felipe VI, a quien también admira y al que, según sus palabras, «no le está siendo nada fácil lo que le está tocando vivir». Sobre él hizo, junto con Fernando Jaúregui, un reportaje para TVE cuando cumplió 30 años.
«Soy una de los 20 o 30 periodistas que todavía estamos en activo desde la Transición. Este libro esta lleno de cosas que demuestran muy bien lo que fue aquella etapa desde dentro, con cosas muy serias, como por ejemplo el 23-F, cómo nos enteramos en la redacción de quién estaba detrás del golpe, una peripecia que la gente no se la va a creer», mantiene.
Así se lo advirtió su hija. Le dijo que contaba cosas insólitas que la gente no se iba a creer, como cuando se tuvo que ver con un bebé de dos meses en brazos, que se lo acababan de dejar porque se llevaron a los padres detenidos. En el libro se refiere también a sus compañeros y jefes, a Manu Leguineche. «Fue el mejor jefe que se puede tener. Aprendí todo lo que sé de periodismo de él y de Jesús Picatoste, que fue mi marido varios años. Dos pedazos de periodistas», apunta.
«Manu era un jefe durísimo y al mismo tiempo era excepcional y disparatado -comenta- porque lo mismo decía a las siete de la tarde: ¡Parad el trabajo, vamos a tomar un vino o jugar una partida al mus y luego volvemos! La secretaria de redacción no sabía jugar y le mando a una academia a la Gran Vía para que aprendiera».
También habla de compañeros de la televisión como Pablo Lizcano o Fernando García Tola.
Añoranza del pasado
En las últimas páginas del libro plasma su añoranza por otras épocas. Hay un apartado que titula Cualquier tiempo fue mejor, y reconoce que sigue acudiendo al Congreso de los Diputados, pero «poco, por el nivel».
«Puedo contar con los dedos de la mano quien tiene verdaderamente nivel parlamentario. Lo considero muchas veces una pérdida de tiempo. Prefiero ver a los pocos que todavía me producen admiración. El nivel político es pésimo, sobre todo nos lo parece a aquellos que hemos tenido referencias de políticos que han hecho grande España y Europa», concluye.