Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


La gran batalla comienza hoy mismo; esto no es Portugal

13/03/2024

La gran batalla, la madre de todas las batallas, que decía Saddam Hussein antes de morir ahorcado, empieza hoy mismo. Ríase usted de lo vivido hasta ahora en la confrontación sempiterna de las dos Españas, que hasta hace que la conmemoración de una matanza ocurrida hace veinte años la hagan nuestras fuerzas políticas por separado. Este mismo miércoles, sospecho, vamos a asistir a una pelea especialmente dura en el Congreso, como este martes la tuvimos en el Senado, en adelante sede por antonomasia de la confrontación política en este país: allí será -bueno, y en el mundo togado- donde, a partir de la aprobación este jueves en el Congreso, la amnistía será zarandeada hasta donde sea posible. O hasta más allá de eso, incluso.

Pero claro, tampoco la Cámara Baja va a estar ajena al zarandeo. Fíjese en el tenor de la pregunta que Alberto Núñez Feijóo hará este miércoles al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: "¿hasta dónde puede llegar la trama de su Gobierno y su partido?". La 'trama', dice, que es palabra bastante fuerte, si se me permite decirlo. Aquí no se va a a hablar solamente del 'tema Koldo', claro; alguna de las preguntas de la sesión de control parlamentario habla ya de la mujer del presidente y de sus 'sesiones de negocio' en la Moncloa con un empresario cuestionado. Yo diría que este miércoles se hablará poco --aún-- de amnistía y mucho del 'Koldogate'. Lo de la amnistía queda para el jueves, que cada día tiene su afán. Para el jueves y muchos días siguientes, por supuesto.

No, esto no es el templado Portugal. Una vez más, la política portuguesa nos ha dado una lección. Hace pocos días, escribía yo un comentario titulado "Jo, qué envidia los portugueses". Conozco bien Portugal y siempre he pensado que nuestros vecinos del Oeste practican una política muy alejada de esta de confrontación, tan 'testicular', que nos gastamos en España. Y opino sin dudar que se han procurado una democracia mejor.

Porque democracia es hacer lo que el ciudadano, que es el que vota y paga los sueldos de quienes se erigen en sus representantes, quiere. Y no encontrará usted un sondeo que diga que los españoles quieren mayoritariamente la amnistía, ni que toleran a gente que, como Koldo (y sus jefes) meten sus sucias manos en la política. Ni les parece bien, creo, que el líder de la oposición no sea invitado jamás a la Moncloa, ni a la ceremonia oficial del lamento por los muertos y heridos, hace veinte años, en el mayor atentado terrorista en Europa.

Pienso que Sánchez, que perdió las elecciones del domingo en Portugal, no porque concurriese a ellas, claro, sino porque sus actitudes en política, siempre tan beligerantes, están siendo desventajosamente comparadas con las de sus correligionarios portugueses, no va a conseguir esta semana su ansiada tranquilidad. No, desde luego, cuando, dentro de unas horas, vea aprobada en el Congreso su ley de amnistía "para la normalización institucional, política y social en Cataluña", que es como reza el título de esta proposición de ley Orgánica. Nunca la normalización llegó desde la anormalidad, y Sánchez, que es un animal político de primer orden, debería saberlo: todo en su carrera política, hasta el día de hoy, se aleja de esa normalidad 'a la portuguesa', que puede que sea, simplemente, una anormalidad menos anormal que la nuestra, que es digna de figurar en el libro Guinness de los récords.

El presidente tiene a una parte de su Gobierno en vilo, y no hablemos ya de su partido, donde no falta quien tema que 'Koldo', y su socio el 'comisionista' Víctor Aldama, o quizá el propio José Luis Ábalos, quién sabe, acaben tirando de la manta. Y ¿qué hay bajo la manta? Es lo que se pregunta, frunciendo el ceño, medio país, al menos medio. Desde luego, si yo fuese el 'número tres' del PSOE, Santos Cerdán, el hombre que aupó a Koldo hasta donde jamás debió llegar, andaría intranquilo, haya o no -que probablemente no- fundamento para esta intranquilidad.

Y si yo fuese Begoña Gómez, la mujer del presidente, tampoco dormiría muy bien: la oposición, que tampoco es que hasta ahora ande muy fina en su labor, ha encontrado carne en la que hincar el diente. Y supongo que cumple con su obligación tratando de llegar hasta el hueso. No sé si los 'encuentros monclovitas' de la presidenta consorte con un empresario 'peculiar' tendrán, al final, mucho recorrido: sí puedo garantizar que es tema que la oposición va a agitar abundantemente hasta que la cuestión sea suficiente y satisfactoriamente explicada, que hasta ahora no lo ha sido. Ni esa, ni ninguna otra de las que están bajo sospecha en este país nuestro.

Y no esperemos que las comisiones parlamentarias de investigación en marcha aporten mucha luz. Nunca lo hacen. Pero, al margen de cómo acabe todo esto de la trama, o las tramas, suenan, ya digo, los tambores políticos de guerra, y ya se escuchan los clarines de la batalla, que vienen unas elecciones europeas clave, y luego las catalanas y luego... Si se me permite la profecía, me atrevería a decir que 2025 va a oler a elecciones generales. Porque así, tal y como vamos, esto no va a aguantar mucho más, digan lo que digan los portavoces monclovitas.