En la política moderna se valora más la construcción del relato y su impacto demoscópico que la bondad intrínseca de las medidas propuestas. Las decisiones con una influencia más positiva en el tiempo suelen pasar desapercibidas electoralmente. El reverso a esta sencilla afirmación es que las medidas más aplaudidas a corto plazo suelen ser las más dañinas.
Los más listos de la clase decidieron que el dictador Gadafi, el cual había renunciado a las armas nucleares, debía ser derrocado. No pensaron en las consecuencias y ahora Libia es un remanso de paz. Otro pensó que el uso de armas químicas no era para tanto y Siria es un territorio estable. Un individuo más sabio, (la edad es un grado), optó por retirarse de Afganistán sin preguntar y las mujeres afganas están agradecidas por ello.
Estas inteligentes decisiones no facilitaron la invasión de Ucrania, los atentados de Israel, los ataques al tráfico marítimo en el golfo, la persecución a la oposición en Venezuela y no impulsaron la carrera armamentística en Asia. Todos sabemos que la culpa de este desaguisado es de Donald Trump y eso que no ha estado en el poder, pero su sombra es tan alargada que ha conseguido que el mundo sea más peligroso que nunca por su calamitosa etapa de presidente.
Sorprende que el partido republicano no haya conseguido encontrar un líder atractivo para enfrentarse al histriónico individuo. No es fácil cuando tu oponente no tiene ningún freno moral, pero es obvio que pagarán un precio futuro altísimo. El partido demócrata se encuentra en una encrucijada igual de patética. Es dramático que un líder netamente senil sea la única opción viable para una organización donde su élite desprecia a sus votantes. Bastaba con encontrar un candidato que pudiese mantenerse erguido, fuese capaz de leer un texto y recordar el nombre de los países. Ese día Donald dejaría de jugar al golf y se habría preocupado.
Si eres un dictador, los cuales suelen tener un concepto temporal más amplio que las débiles democracias, el mundo debe resultar extraño. Verse asediados por gente inteligente que impulsa políticas con un efecto mediático extraordinario, pero de nulo impacto en sus áreas de poder. Los pobres dictadores siguen sin enterarse que están en el lado equivocado de la historia. Por desgracia para ellos, se morirán en el poder sin haber aprendido maneras.
Por suerte, un visionario ha conseguido reformar una constitución europea para proteger los derechos del más débil.