España venció ayer con toda la naturalidad del mundo, en la final de Berlín, en el escenario más grande, contra la potencia de Inglaterra. Un instante, un descuido del rival, resultó suficiente para Lamine Yamal y Nico Williams, desbordantes y promotores de la cuarta Eurocopa de la Roja, la más laureada de la historia del continente. Mikel Oyarzabal puso el broche de oro, con un gran pase de Marc Cucurella sobre la bocina, en el minuto 87.
El gol de la final. El definitivo. La apoteosis en el estadio germano. La carrera de todos y cada uno de los suplentes para abrazar al delantero de la Real Sociedad, suplente todo el torneo, indispensable en el duelo por el entorchado, con el remate que terminó con todo, como luego lo hizo Dani Olmo cuando despejó sobre la línea un cabezazo. Fue la demostración de un equipo, por encima de todo, por encima de las individualidades, incluso de Yamal y Nico, asociados en el 1-0 antes.
El joven del Barcelona, a sus 17 años, firmó ayer una nueva asistencia. El atacante que quema etapas y supera desafíos con una personalidad tremenda, como si hubiera jugado cientos de partidos en torneos tan comprometidos y ya es el mejor pasador de la historia en una sola edición de la fase final de la Eurocopa, con cuatro, recién iniciada su irrupción incontestable.
Y también fue el segundo gol en este campeonato del extremo del Athletic, que remachó el avance por la derecha de su compañero, preciso para destrozar la línea de Inglaterra con su subida por la izquierda para culminar con la zurda también, cruzado, fuera del alcance de Jordan Pickford, que luego salvó dos tantos más. Un tanto que seguro que el delantero no olvidará.