Refugiado: La segunda vida en Soria de un exmilitar venezolano

Ana Pilar Latorre
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Un exmilitar venezolano relata los once años de «tortura y angustia» y su traslado a España, donde acaba de recibir la 'carta blanca' de asilo

Refugiado: La segunda vida en Soria de un exmilitar venezolano - Foto: E.G.M

Con motivo del Día Mundial del Refugiado, el 20 de junio, El Día de Soria ofrece el testimonio más desgarrador de hasta donde puede llegar la represión política en un país que amedrenta con la violencia y recorta derechos y libertades a sus ciudadanos. Nacido hace 42 años en Venezuela, E. S. L. A. fue militar y, al quedar damnificado, vivía en una casa de Misión Vivienda, que adjudica el Estado. «Fue entonces cuando empezó el proceso de 'si no estás conmigo, estás contra mí' porque, aunque yo no parcializaba, sí militaba en contra de las políticas del régimen de Nicolás Maduro. Me amenazaron con quitarme la bolsa del CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción), los beneficios, el apartamento ya pagado...», relata recordando que los alimentos llegaban tarde y en mal estado y que mientras los sueldos de militar eran de 130 bolívares (4 dólares), el Ventolín costaba 12 dólares y alimentos como el maíz y la mantequilla 2,5.

Hace once años recibió un disparo que le cruzó la cabeza. La bala entró por el cuello y salió por el hueso frontal del cráneo, fracturando el lóbulo central y temporal y quemando parte de la retina izquierda. Él asume que fue «como medida de amedrentamiento y presión para quitarme de en medio». No murió porque «nunca» se rinde, pero quedó gravemente herido y lleva más de 20 operaciones en Venezuela y España y, sobre todo, once años de «tortura y angustia». 

Su madre, ya en España tras dejar el país por la situación política y económica, cubrió todos los gastos quirúrgicos y de tratamiento, porque allí cada paciente tiene que costearse anestesia, antibióticos, gasas para las curas, mascarillas, guantes y batas de los médicos... Allí se sometió a 20 operaciones y se quedó dos veces en quirófano. Además, la herida nunca cerraba y «era un foco de infección» constante, explica mostrándonos imágenes de aquellos días. Asegura que conoce todas las infecciones y no tiene vías periféricas  porque «se quemaron con tanto antibiótico y anticonvulsivo». Le pusieron tres prótesis, que se necrosaron o infectaron.

amenazas. «Primero le operaron en el Hospital Militar, donde empezó a sentir el acecho de los colectivos y los Cuerpos de Seguridad del Estado. Las mismas enfermeras y médicos me advirtieron y tuve que salir de ahí hacia otro centro, donde le hicieron varias intervenciones, hasta que le volvieron a localizar. En un hospital al otro extremo de la ciudad le hicieron otra operación pero la directora era militar y, al introducir los datos en el sistema, automáticamente me encontraron por lo que tenía que ir con mucha prevención a hacerme las curas, vigilando los puntos de control», avanza haciendo referencia a estas situaciones tan complicadas. 

Las amenazas continuaron desde varios frentes (policías, funcionarios...) y, como le hacían caso omiso, se presentó en la Fiscalía para denunciar que temía por su seguridad y por la de su familia. Entonces recibió un ultimátum, diciéndole que le iban a arruinar la vida, así que siguiendo consejos de un juez y un compañero militar, se marchó a España en noviembre de 2022, donde ya vivía su madre, impotente ante la situación política y económica del país. Aunque consiguió el pasaporte en mes y medio, le siguieron hasta el aeropuerto y comenzaron a «hostigar» a su mujer y sus hijos, que finalmente también dejaron Venezuela tras vender las propiedades que les quedaban (piso, coches y moto).

Para el asilo ha tardado años en conseguir cita, pero finalmente la logró el 17 de abril por llamada telefónica en Barcelona (donde se trasladó durante un mes este año «en busca de nuevos horizontes»)y en octubre se le activará el permiso de trabajo, cuando estará ya «más recuperado» y algo que está deseando. Su formación es de mecánico aeronáutico y electricista, pero él quiere trabajar de lo que sea, porque se considera un utility (manitas). Cuenta, además, con el carnet oficial de discapacidad por su lesión. Tienen la 'hoja blanca', primer documento para quien solicita el asilo político y  «por temores fundados de persecución en sus países de origen», y tramitarán después la 'hoja roja', con la que se podrán trabajar y residir legalmente en España a la espera de resolución. 

La idea de la familia es poder quedarse en Soria, una tierra donde se les ha acogido muy bien y donde elogia el trato de los sanitarios, así como los del Hospital de Burgos. Expresa su «gratitud infinita» a la Asociación de Venezolanos de Soria (Asovenso) y, especialmente, a su presidenta, Ana Verdasco. «Desde el día que llegué aquí, gracias a Dios y a mi madre, recibí el apoyo del alcalde de Gómara, Juan Carlos Gonzalo Hernández, que me llevó al centro de salud y al Hospital de Santa Bárbara donde, al convulsionar, me derivaron de urgencia a neurocirugía en Burgos con tres bacterias y el desastre que tengo en la cabeza...». Tiene todo el caso documentado pero no denunciará porque le queda familia en Venezuela. 

intervención. Como decíamos, en Venezuela se sometió a 20 operaciones para intentar repararle y en Burgos a seis, dos de neurocirugía y cuatro de cirugía plástica. En España le colocaron prótesis de cemento óseo y le realizaron injertos de piernas, que no salieron bien, explica mostrando sus cicatrices y la limitación de movilidad. Pero, finalmente, se sometió a una operación que fracasaba en tres de cinco casos por culpa del paciente y que se usó en la Primera Guerra Mundial. Así, estuvo seis semanas y media con el brazo 'cosido' a la frente para que irrigara el injerto y se conectada con otras partes del rostro; y después se sometió a la última operación para cambiar la posición de la extremidad. Como consecuencia, ha tenido también que rehabilitar el hombro. La fortaleza le ha mantenido con vida, comentan sus familiares con admiración. «Es mentira que vayamos a poder con ese Gobierno, es un monstruo.Es muy triste», reflexionan como despedida.