Aunque el autor de El Aleph es recordado por sus relatos cortos, Jorge Luis Borges resaltó también por su profunda poesía vital y su ensayo filosófico. De hecho, su primera obra fue precisamente un poemario que ha quedado en los anales de la historia de la literatura: Fervor por Buenos Aires.
En este primerizo texto de 1923, el autor describe de forma vaga y melancólica su ciudad natal, una urbe que ya no reconoce.
Para Borges, la vida ha empezado a ir muy deprisa después de regresar a sus orígenes y de vivir siete años en Europa rodeado de los ecos de la Primera Guerra Mundial y de los derroteros de las vanguardias. Cuando vuelve a Buenos Aires ya no es una provincia, es la capital de un país y un territorio que le es hasta cierto punto ajeno a lo que conoció.
El autor plasma en esas primeras estrofas escritas en los años 20 todo su sentimiento, donde convoca su propio ser literario futuro: lo intrincado de la nostalgia, la melancolía, el pasado y el mañana, el sentimiento y la razón, la tradición y la vanguardia. Son instantes donde confluye todo, el tiempo y el espacio.
Fervor de Buenos Aires recoge el entusiasmo que siente el escritor por dentro en una primera publicación que contó con el grabado de su hermana Norah, que inmortaliza en silencio una esquina de una calle típica de Buenos Aires.
Casi medio siglo después, Borges escribiría sobre aquel muchacho que se vació en Fervor por Buenos Aires:«Somos el mismo; los dos descreemos del fracaso y del éxito, de las escuelas literarias y de sus dogmas; los dos somos de Schopenhauer, de Stevenson y de Whitman. Para mí, este poemario prefigura todo lo que haría después».
Continuación de su primer libro fueron también en forma y fondo Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929). Se trata de poemas de imágenes racionales y sentimentales con aires de nostalgia.
Su preocupación lírica fue siempre la de huir del barroquismo y el modernismo literario, por eso fue uno de los impulsores del ultraísmo: un movimiento que perseguía la eliminación del adorno para privilegiar la realidad, que es el hilo verdadero que va de la emoción a lo real.
No fueron muchos los poemarios que escribió a lo largo de su vida, 13, en comparación con el éxito y rédito que le proporcionaron los relatos. Sin embargo, Borges siempre estuvo ligado a esos versos que le desnudaban como persona y como escritor. No en vano, en una ocasión llegó a escribir: «No niego a mis críticos el derecho a opinar que mis cuentos pueden ser mejores: pero ciertamente yo estoy menos en ellos personalmente como ser que siente y padece que en mis poemas».