El 1 de septiembre de 2001, el mundo se paralizó cuando dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas en Nueva York, un impactante y trágico suceso que supuso un antes y un después en la política y sociedad occidental. El responsable de este punto y aparte en el planeta fue el grupo armado Al Qaeda, cuyo cabecilla durante años, Osama Bin Laden, fue reducido por Estados Unidos allá por 2011, poniendo fin a la búsqueda del terrorista más buscado del mundo.
Trece años después, la organización yihadista no ha conseguido recuperar la relevancia perdida en detrimento de un Estado Islámico que ha sumado trascendencia en Oriente Próximo, aunque el actual conflicto en Gaza parece ofrecer las circunstancias idóneas para que pueda intentar llevar a cabo un ataque de envergadura que le permita hacerse con el prestigio perdido y demostrar que está lejos de ser derrotado por más que siga sin haber confirmado la muerte de su líder, Ayman al Zawahiri.
El comité de la ONU admitió en su último informe que el contexto ha cambiado desde los sucesos del 7 de octubre en Israel y la Franja. «La respuesta mediática de Al Qaeda ha sido rápida y clara», señala el documento, en el que se deja claro que a los Estados miembro les preocupa que el grupo terrorista «pueda utilizar la situación para recuperar relevancia, aprovechando el descontento popular sobre el alcance de las bajas civiles». El texto reconoce que aunque «era pronto para juzgar la eficacia y el impacto de estos mensajes, a los Estados miembros les preocupa que esta forma de enfocar la cuestión pueda inspirar ataques espontáneos a escala mundial».
Sin líder reconocido
Desde la muerte de Al Zawahiri, la organización «opera sin un líder declarado por primera vez en su historia», subraya el director de investigación del Centro para el Análisis del Terrorismo (CAT), Kévin Jackson. A esto se suma la «falta de éxitos operativos», lo que ha contribuido a generar «la noción generalizada de que Al Qaeda se ha vuelto irrelevante y lo seguirá siendo», añade el investigador.
Aunque el movimiento radical no ha querido confirmar el fallecimiento de Al Zawahiri, nadie parece dudar que su sucesor no es otro que Saif al Adel, un veterano yihadista egipcio. El principal problema yace en que este se encontraría aún en Irán, donde estuvo encarcelado durante años y fue puesto en libertad en 2015. El hecho de que el líder de la organización esté escondido en el país chiita por excelencia y, por tanto, archienemigo de los suníes, genera suspicacias entre los yihadistas.
En cuanto al resto de la cúpula de Al Qaeda, se ubicaría en Afganistán, donde ahora se beneficia de que los talibanes hayan vuelto al poder y donde mantiene estrechas relaciones con los integrantes de la Red Haqqani, si bien también está al tanto de que algunos altos cargos talibanes no les ven con buenos ojos. En el citado informe del comité de la ONU, se indica que la organización de Bin Laden contaría con entre 30 y 60 operativos en dicha nación y estaría «reconstruyendo su capacidad operativa», aunque por el momento parece incapaz de «proyectar ataques sofisticados de largo alcance».
Conflicto en la Franja
Con Al Qaeda en esta tesitura, el inicio de la guerra en Gaza también ha hecho poner el foco al grupo radical en la Franja. Y es que el movimiento terrorista llamó a la movilización contra «el enemigo sionista» y a atacar intereses estadounidenses y occidentales como muestra de apoyo hacia los palestinos.
«Enfrentada a críticas abiertas desde círculos yihadistas y sin ninguna operación exitosa por su cuenta, el actual liderazgo de Al Qaeda Central podría sentir una renovada urgencia de desarrollar planes externos contra objetivos occidentales por sus propios medios o mediante sus subsidiarias», advierte el investigador Jackson. Y puesto que la cúpula ha dejado claro que prevé seguir golpeando a Washington y a otros «enemigos lejanos», además de la indignación provocada por el conflicto en Gaza, los nuevos líderes podrían ver en este tipo de «ataques contra objetivos occidentales una forma de renovar la relevancia del grupo terrorista».
«La marca Al Qaeda ya no goza del prestigio que tenía durante la era de Bin Laden», admite Jackson, incidiendo en que la pérdida de sus filiales en Irak y Siria, «sus joyas de la corona», le ha privado de su presencia en uno de los principales campos de batalla de la yihad.
Aun así, goza de otras bases más exitosas. Llama la atención su presencia en la Península Arábiga, AQPA, la más activa en la última década en términos de acciones externas con los atentados de Charlie Hebdo en París en 2015 y de Pensacola (Estados Unidos) en 2019. También destaca Al Shabaab, la filial en Somalia, así como a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y al Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), que opera en el Sahel. «Pese a las presiones del Estado Islámico y otros, estas subsidiarias han dejado claro que no abandonarán la bandera de Al Qaeda», sentencia Jackson.