Mientras se acepte pagar en efectivo, existirá el arte de la falsificación. A pesar de los esfuerzos de los organismos oficiales por acabar con este delito, todavía hay muchas personas interesadas en cómo fabricar billetes de forma artesanal. Ni el auge de los pagos virtuales ni la sofisticación consiguen erradicar esta lacra, una práctica que va al alza espoleada porque cada vez es más fácil hacer copias, comprarlas por internet y ponerlas en circulación en comercios, negocios turbios e incluso en la compraventa de artículos de segunda mano.
Así lo advierte el jefe de la unidad central de falsificación de moneda de los Mossos d'Esquadra, el sargento Sergi Sánchez, uno de los máximos especialistas en España, que ha detallado que en Cataluña se intervinieron el pasado año 14.800 billetes falsos de 20 y de 50 euros y pronosticó que seguirá en alza.
Según los datos del cuerpo, crecieron un 16,9 por ciento las denuncias e incautaciones de dinero falsificado, manteniendo una tendencia al alza que se había disparado en 2021, tras una drástica caída al bajar la actividad por la covid.
A pesar de que las medidas de seguridad en la emisión de billetes son más sofisticadas, cada vez se falsifica «mejor» y con menos dificultades.
Según un estudio del Banco de España, el efectivo continúa siendo el principal medio de pago a nivel nacional, ya que el 65 por ciento de la población lo usa a diario en establecimientos físicos, seguido de la tarjeta (32 por ciento) y de los dispositivos móviles, utilizados por el 10 por ciento.
En los últimos años, las autoridades han detectado una «evolución» en la manera de adquirir los billetes falsificados: antes de 2018 o 2019, sin contactos en estas redes criminales era difícil que cualquier persona los pudiera comprar para luego colocarlos y obtener beneficio. Pero la situación ha cambiado: hoy en día desde la parte más oscura de internet (Deep Web) o desde algunas aplicaciones de redes sociales o de mensajería se puede acceder a canales para comprar los billetes falsos, que se pagan habitualmente con criptomonedas para no dejar rastro. De forma paralela a la mayor facilidad de acceso, también está repuntando la producción, incluso aprovechando los billetes de atrezzo que se venden legalmente -por ejemplo para películas-, especialmente desde China, que incluyen una franja impresa advirtiendo que son copias.
Estos papiros se adquieren de forma legal, a un precio muy bajo, en grandes cantidades y se tunean para que parezcan los de curso legal, utilizando herramientas que se pueden obtener también a través de internet, como etiquetas con hologramas tridimensionales: de esta forma, se logran billetes falsos sin comprarlos a un falsificador.
También monedas
Los billetes falsificados de alto valor, de 100, 200 y 500 euros, se acostumbran a utilizar en estafas entre bandas criminales, por ejemplo en la compra de drogas, o en tiendas de lujo. Pero los que más se ponen en circulación, y los que más se fabrican, son los de 20 y 50, los que más se emplean a diario. Según fuentes policiales, el impostor acostumbra a vender los billetes a un 10 por ciento de su valor real, por lo que uno de 500 euros costaría 50, aunque si hay intermediarios se podría elevar su precio hasta unos 100 o 150.
Los expertos en la lucha por acabar con este delito insisten en que es «imposible» saber la cantidad de dinero falsificado que circula.
También se distribuyen monedas falsas, que pasan de mano a mano sin que nadie lo sepa. Es difícil de detectarlas pero hay un método infalible: las reales sí que imantan.
La cooperación internacional se ha convertido en un elemento clave para luchar contra este fenómeno, a través de Europol. Asimismo, se ha detectado que algunas imprentas de Sudamérica vinculadas con el narcotráfico, que falsificaban dólares estadounidenses, se han volcado con los euros porque tiene más valor y les sale más rentable aprovechando la misma infraestructura.