La política puede llegar a ser implacable. Hace ocho años el movimiento Podemos irrumpió como un huracán en la vida política española. En 2015, con 69 diputados y más de cinco millones de votos, se convirtió en la tercera fuerza política. Su líder, Pablo Iglesias, llegó a decir que "había nacido una nueva España que ponía fin al turnismo".
Poco después se quedaron en 35 diputados, pero Pedro Sánchez, recuperado del insomnio, les abrió las puertas del Consejo de Ministros. Cinco carteras. Fueron sus días de gloria. Pero el tiempo se aceleró y el sectarismo y los errores políticos fueron agostando el crédito de la formación hasta el punto de que hoy, sumergido en las listas de Sumar, Podemos apenas levanta cabeza. Sus otrora vocingleras lideresas -Ione Belarra, Irene Montero- han enmudecido en esta campaña. Esta última apartada a la soviética -sin explicación- por Yolanda Díaz, quien parece haber olvidado que debe su preeminencia a Pablo Iglesias, el profeta que llevó a Podemos hasta su máxima expresión para apartarse después de haber alcanzado nada menos que una vicepresidencia en el Gobierno del Reino de España. El movimiento se está derritiendo pero conviene recordar que su paso por la política ha crispado la vida del país. Sus teorías tóxicas acerca del género consiguieron dividir el movimiento feminista y el sectarismo de sus proclamas económicas satanizando a los empresarios lo único que consiguieron fue enrarecer el ambiente.
Llegaron con la pretensión de acabar con la "casta", proclamando que el miedo tenía que cambiar de bando y lo que quedará de ellos como ceniza es la malhadada ley del "solo sí es sí" fruto del empecinamiento de la ministra Montero que ha propiciado la rebaja de penas a centenares de delincuentes sexuales -más de mil- y la excarcelación de otros cien. Visto el desastre, Irene Montero ni ha pedido perdón ni ha tenido la dignidad de dimitir. Llegaron cuando la crisis económica y los casos de corrupción -que afectaban al PP y al PSOE- habían desmoralizado al país y tenían encogida a una parte de la sociedad. Aprovecharon el momento. Pero todo fue tocar poder y el asalto a los cielos que prometía Iglesias en la Puerta del Sol acabó siendo algo mucho más burgués: un chalet de clase media en Galapagar. Los hechos son tenaces y el sistema acabó engulléndoles. Hoy, a reserva de lo que pueda conseguir el 23J Sumar, que ya no será cosecha de Podemos porque Yolanda Díaz es militante del PCE, el que nació del movimiento de los indignados del 15M comparece en puertas de emprender el camino del olvido. La política es implacable.