Cuando paramos un momento y echamos la vista atrás, suele venir a nosotros un recuerdo que constituye uno de los mayores tesoros de vida que cualquiera puede conservar, que es el sabor de casa. Casi todo el mundo puede rememorar, nítidamente y con independencia de los años que puedan haber pasado, ese sabor inconfundible que tenía un significado único y exquisito: estar en casa.
La Rioja es tierra de vinos, pero esos recuerdos configuran un espectro que va más allá del mundo enológico, sin dejarlo de lado, por supuesto. Esos caparrones y el rancho que preparaba la abuela, el pedazo de queso a media tarde, acompañado con otros embutidos que saben a gloria, el aceite que sugiere tintes de hierba y tomate…
Ese valioso mosaico es uno de los tesoros principales que el pueblo riojano comparte a manos llenas con aquellos que deciden conocer nuestra región y experimentar, de primera mano, lo que hoy conocemos como Producto Riojano. Son aquellos alimentos que representan lo que somos, nuestra tradición en la forma de hacer y la herencia que, transmitida de generación en generación, forma parte intrínseca de nuestra cultura, de lo que somos y del impresionante patrimonio gastroenológico que configura el mapa de nuestra tierra.
Cuestión de herencia.
Esa forma de pasar el testigo de padres a hijos caracteriza a muchos de los productores que proveen a La Rioja de su característico tapiz agroalimentario, fuente de ese arte de vivir bien que tan excelentemente se domina en nuestras fronteras. Así, la historia familiar a menudo se entrelaza con la de las empresas productoras, como en el caso de la familia Martinez, en cuyo seno nace hace más de 60 años Lácteos Martínez. Tras un largo camino, que comenzó con apenas un puñado de cabras, hoy sus quesos son premiados con las más importantes distinciones internacionales.
Esto que somos y que compartimos con generosidadY es que no son pocas las familias que se dedican en cuerpo y alma al Producto Riojano. Tenemos otro ejemplo claro en las 4 generaciones que constituyen la historia de Embutidos Ecológicos Luis Gil, otro de los productores que cuentan con la certificación.
Porque La Rioja no es sólo vino.
Es cierto, el vino es uno de los productos riojanos por excelencia, pero el bien llamado oro líquido es otro de los tesoros de nuestra tierra que bien merece ser puesto en valor. Aunque existen otros orígenes certificados, los productores riojanos ofrecen un aceite excepcional y característico que integra la DOP Aceite de La Rioja. En ese sentido, el sello de calidad que los certifica como producto riojano supone, en palabras de Clara Espinosa, de Señorío de Librares y presidenta de la DOP, «una ventaja competitiva, ya que atestigua la fantástica calidad del producto».
Por eso, hay que seguir trabajando para darle difusión a una marca promocional como es '#productoriojano', que va ganando importancia tanto en el mercado local, que cada vez aprecia más el producto de proximidad y de altísima calidad, como en los vecinos, como País Vasco o Navarra. Esto fomenta la competitividad de nuestros productos «y darle visibilidad de cara al consumidor y seguir ganando en concienciación». Además, el apoyo de las instituciones al productor, como en este caso «es algo que se valora mucho».
En el caso de Mamen, propietaria de Huevocón, dedicada a la producción de huevos de oca y de gallina, la identificación #productoriojano supone una clara distinción, porque «aunque el huevo no es un alimento que habitualmente se asocie con La Rioja, lo cierto es que es la zona donde están los animales la que determina la excelente calidad del producto, y más teniendo también el sello de Reserva de la Biosfera». Y es que la Comunidad riojana produce mucho más que buen vino.