Se ha apresurado el Gobierno de España a lanzar un mensaje positivo después de darse a conocer las previsiones económicas que se han hecho públicas desde la Asamblea del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que está celebrándose en Washington esta semana. No en vano, está en cierto modo justificado, puesto que el organismo ha elevado la proyección de crecimiento del PIB de España hasta el 2,9%, un punto más de lo que se preveía hace tan solo seis meses, a la vez que confirma un estancamiento del resto de las economías europeas, lo que convierte a España, para este año, en un elemento tractor que contribuye al dato positivo de crecimiento medio de la zona euro, que se sitúa en un raquítico 0,8%. Choca el frenazo de la economía en el Viejo Continente, mientras la proyección de Estados Unidos se eleva hasta el 2,8%, y en China, hasta el 4,5%.
Las instituciones, los gobiernos y los partidos pueden pronunciar los discursos más optimistas o catastrofistas con previsiones económicas a sabiendas de que no son más que eso, proyecciones a futuro construidas sobre unas bases, un conocimiento y unos estudios fundamentados.
Pero si se quiere alardear de la previsión del crecimiento de la economía española para este año, mientras que en Alemania se estancará en el 0%; en Italia, apenas llegará al 0,7%, o en Francia superará ligeramente el 1,1%, no hay que perder de vista la proyección para el próximo año 2025, para cuando se estima que la economía seguirá creciendo más de un 2%, pero casi un punto menos que este 2024, lo que supone un frenazo y cierto retroceso, cuando el PIB del resto de países vecinos como Alemania, Francia, Italia, y en general toda la zona Euro, irá en crecimiento.
Pero más allá de estos datos, pura estadística, están las sensaciones de los ciudadanos y la realidad social de los afectados por esta última crisis. Muchas familias van a seguir padeciendo el encarecimiento de los precios, por mucho que se trate de justificar el control de la inflación, y se están mezclando algunos elementos peligrosos como un elevado nivel de endeudamiento y un crecimiento de la economía lento.
No hay que perder de vista los avisos que se lanzan desde los diferentes organismos internacionales, y los responsables públicos, más si cabe en España, donde la previsión obliga a elevar el nivel de preocupación por esas realidades y emociones que han calado en una sociedad manifiestamente enfadada con la gestión de la crisis inflacionista si lo que se quiere es seguir construyendo un estado de bienestar real.