Tras las pistas de la iglesia de la plaza del Vergel

S.Almoguera
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El grupo de profesores del proyecto 1585 del Instituto Machado tiene previsto continuar una nueva fase de su investigación sobre el desaparecido templo jesuita implicando también a los alumnos

Tras las pistas de la iglesia de la plaza del Vergel - Foto: E.G.M

No han tenido que ir más allá de los muros del Instituto Antonio Machado, pero sí saberlos mirar para interpretar las pistas y evidencias ocultas al ojo acostumbrado a la monotonía del día a día. Porque aunque las llamas redujeron a cenizas la antigua iglesia del Santo Espíritu en 1740, sus vestigios continúan ahí, olvidados por el paso del tiempo, pero a la vista. Un equipo multidisciplinar de docentes de este centro de Educación Secundaria conformado por Eva Lavilla Rey y Javier Martínez Romera (Departamento de Geografía e Historia), Laura Hernández Marín (Tecnología) y Javier Arribas Pérez (Plástica) han conseguido, 283 años después del fatal incendio, reconstruir su apariencia uniendo las distintas piezas gracias a una investigación casi detectivesca que ha tenido incluso «sus momentos Indiana Jones» explorando el subsubsuelo del edificio a través de la trampilla de un baño de la planta baja. En esta particular aventura, denominada Proyecto 1585, hay, por supuesto, mucha historia pero, sobre todo, el interés por recuperar una parte del pasado de la ciudad cuya huella más evidente es un gran vacío urbano en el casco histórico de la capital: lo que hoy es el perímetro de la plaza del Vergel. 

La planta de esta desaparecida iglesia se desplegaba en torno a ella desde el actual busto que Pablo Serrano realizó del poeta que da nombre a este instituto fundado en el año 1841, donde se encontraban los pies del templo, hasta la confluencia con la calle Doctrina, en la que se orientaba su cabecera. La iglesia era mucho más grande que San Juan de Rabanera y, ante todo, representaba la novedad, las últimas tendencias artísticas que, en el siglo XVI, se estaban incorporando en Italia en ese momento. 

Materializar virtualmente su aspecto a través de una maqueta elaborada mediante impresora 3D ha sido un laborioso proceso de investigación, y también de aprendizaje, que comenzó en el otoño de 2020, en plena pandemia de coronavirus. La presentación del proyecto de investigación docente, el pasado mes de mayo, en el marco de las XVI Jornadas de Institutos Históricos que acogió el IES Machado, lejos de poner el punto final, se ha convertido en un nuevo estímulo para continuar un trabajo en el que, apuntan, se abren nuevos y apasionantes retos. «Sólo el retablo daría para una investigación inmensa», destaca Javier Arribas Pérez. También «las campanas» que en su tiempo marcaron la vida de los fieles de esta parroquia. 

El trabajo tiene «coste cero». Se 'alimenta' exclusivamente del «tiempo entre clase y clase y las ganas» de este equipo de docentes entusiasmado ante la perspectiva de seguir arrojando luz a la historia de un instituto cuyo edificio fue originalmente el colegio jesuita al que estaba adosada la iglesia del Santo Espíritu. Y, en este sentido, sueñan con poder hacer una pequeña prospección arqueológica («un día que Miguel Ángel [Delgado, director del Instituto] se vaya, tiramos la pared del baño», comenta con sentido del humor Javier Martínez Romera) que les permita seguir recabando más información y detalles sobre  esta antigua iglesia olvidada. Frente a la tradicional apuesta de programas arqueológicos como Soria oculta, dedicado a rescatar el pasado medieval de la ciudad y a documentar las antiguas iglesias románicas desaparecidas, este grupo de profesores reclama también al Consistorio una especial atención para el recuerdo de este desconocido templo del Santo Espíritu. «Sería muy bonito que el Ayuntamiento marcara de alguna forma en la plaza del Vergel» la antigua planta de este templo, propone Eva Lavilla Rey.

la impresora. Un cúmulo de circunstancias, oportunidades, viejas lecturas y entusiasmo llevaron a este grupo de profesores a implicarse en esta aventura apasionante. «Siempre he sido lector de Nicolás Rabal y él hablaba ya de esta iglesia», explica Javier Martínez Romera. Cuando un día se planteó en el claustro qué se podría hacer con las impresoras 3D del centro, no pudo evitar saltar como un resorte y exclamar: «¡La iglesia jesuita!».  

A nadie le pareció una locura tratar de reproducir a escala un edificio que nadie sabía qué aspecto tenía. Todo lo contrario. Se pudieron manos a la obra. El primer paso: buscar toda la información. Aunque al principio pensaron que había muy poca, pronto salieron de su error. «Había, pero muy dispersa», añade Martínez Romera. Desafortunadamente, en los documentos hallados no había ni planos ni imágenes. Sin embargo, encontrar el contrato de las 10 columnas, entre otros, dio importantes pistas para comenzar a reconstruir 'a ciegas' algunos aspectos del desaparecido templo. 

Mientras tanto, el equipo 1585 (el nombre alude al año de construcción del Santo Espíritu) buscaba pistas en el propio instituto hasta que se dieron cuenta de que las tenían ante sus propios ojos, como el pequeño arco en el rincón en el que se guardan los mapas, en el Departamento de Historia, en la puerta de acceso al de Filosofía y en el propio claustro norte del instituto. Eran, en realidad, detalla Lavilla Rey, «vanos de acceso» a la antigua iglesia. Tuvieron que bajar dos veces al semisótano (parcialmente cubierto por una capa freática de agua) del actual baño de alumnos de la planta baja hasta que se dieron cuenta de que allí se ocultaba el arranque de lo que, en tiempos, había sido una puerta de acceso desde el colegio. 

Lo que más costó fue conseguir «sacar la traza de la planta y sus dimensiones». A partir de ahí, formulando hipótesis, realizando cálculos, dejándose guiar por la intuición y trabajando con el ensayo-error entró también en juego la concienzuda obsesión de Laura Hernández Marín, que es arquitecta, por los detalles. Ella fue la encargada de traducir a planos y alzados toda la información encontrada en archivos y contrastada con el cotejo de la iglesia de San Juan Bautista de Fuentepinilla, que tomó como modelo a la Santo Espíritu. Su objetivo fue siempre que la planimetría fuera rica en detalles para facilitar su posterior (total) modelado en 3D. 

Sin embargo, destaca Javier Arribas Pérez con sentido del humor, el manejo de la impresora 3D no es algo tan sencillo como apretar un botón. Fueron necesarios muchos ajustes. Los propios alumnos que pasaban por el Aula Taller de Plástica fueron testigos privilegiados de los avances del proyecto.

La maqueta, junto a unos panales informativos y la reproducción a escala de una de las columnas de orden jónico que pertenecieron al templo, puede contemplarse hasta el próximo mes de septiembre en una exposición en la galería acristalada del Instituto Machado. Después, el objetivo es colocarla de forma permanente en el muro norte del claustro, en el lugar en el que se encontraba la extinta iglesia. Pero ahí no acaba el trabajo. El objetivo es continuar la investigación por el puro placer de seguir aprendiendo uno de otros. Ése es uno de los aspectos con los que, aseguran, más han disfrutado. 

Ahora, la idea es implicar en el proceso de investigación a los estudiantes, a los que esperan transmitir su propio entusiasmo y pasión por este tema.