Los tiempos cambian a velocidades inverosímiles, incluso en política. Tal es así que el tradicional mitin multitudinario ha dado paso a pequeños encuentros sectoriales y a campañas, en muchos casos, centradas en las redes sociales, sobre todo para captar el voto más joven.
Precisamente, uno de los retos a los que se enfrentan los partidos políticos es alentar la participación de las nuevas generaciones de votantes en las elecciones del 23-J, e internet se ha convertido en una herramienta esencial para conectar con el electorado más joven, que es también el más abstencionista.
Ese es el objetivo de la campaña digital #ConVozyVoto, que ha promovido la organización juvenil Talento para el Futuro, que alerta de la escasa implicación de los electores de entre 18 y 29 años, que en las últimas elecciones de 2019 votaron un 6,6 por ciento menos que en otros grupos de edad, según datos del Instituto de la Juventud de España (Injuve).
La iniciativa #ConVozyVoto recurre al consejo de políticos como Joaquín Almunia (PSOE), Celia Villalobos (PP), Leire Pajín (PSOE) o Begoña Villacís (Ciudadanos), que reflexionan en un vídeo sobre la importancia del ejercer el voto.
Según los datos de la web Una Vida Online, en España hay 40,7 millones de cuentas en redes sociales, con un perfil mayoritario de entre 25 y 34 años, que supone un 21,8 por ciento del total de usuarios.
Los adolescentes se suelen informar por TikTok y los veinteañeros por Instagram, apunta la doctora en Pedagogía y experta en el análisis del discurso en entornos digitales y en la educación mediática Alba Torrego.
Algunos influencers han aprovechado también la coyuntura electoral para llamar a sus seguidores a votar, conscientes de su repercusión en las redes.
Ese es el caso de Kikillo y Gersanc, creadores del podcast 2 Gin Tonics -con 39.800 seguidores-, que han animado a votar a un electorado joven a través de su programa.
«Votar es un deber que tú tienes con tu país», declara Kikillo. «Es importante que los influencers se posicionen, que inviten a ir a las urnas y que cuenten las cosas como son en realidad», añade.
Samantha Hudson, influenciadora y cantante con 332.000 seguidores en Instagram (IG), también ha subido un vídeo a esta red social y a TikTok en el que explica el proceso para pedir el voto por correo. Incluso hay quien se atreve a pedir directamente el voto para alguna candidatura, como Inés Hernand, podcaster y presentadora con 481.000 seguidores en IG, quien ha mostrado su apoyo público a la vicepresidenta primera y líder de Sumar, Yolanda Díaz.
El profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense Rubén Sanz recalca el alcance de la transmisión de un mensaje «pasional» por parte de estos perfiles, cuyo liderazgo ayuda a que sus ideas calen entre sus seguidores.
La pedagoga Torrego hace hincapié en que los «microinfluencers», aquellos que poseen entre 10.000 y 100.000 fans, tienen incluso más repercusión que los llamados «macroinflucencers».
Sin embargo, hablar de política en este mundo supone el riesgo a perder patrocinios de las marcas, la principal fuente de ingresos de estos personajes públicos: «Si tienes una mente solamente comercial, no te interesa para nada hablar de política», confiesa Gersanc.
Su compañero Kikillo respalda su reflexión y ejemplifica: «Yo cuando empiezo a trabajar con una marca, lo primero que te dicen siempre es no hablar de sexo y no hablar de política».
Ponerse al día
Los expertos coinciden en que son los políticos los que deben ponerse al día en estas prácticas para hacer llegar de forma efectiva sus mensajes a los jóvenes y conectar con ellos.
«Están aprendiendo cuáles son las técnicas de comunicación del mundo actual: los mensajes han de ser cortos, concisos, e incluso se utilizan las técnicas malas de comunicación digital, como las fake news», indica el doctor en Sociología y especializado en Ciencias Políticas Víctor Renobell.
Sin embargo, el propio funcionamiento de los algoritmos y cómo se potencia según qué tipo de contenido, opina Gersanc, facilita que los políticos «persigan la viralidad y se vayan radicalizando, buscando más el morbo que hacer de verdad política».
Por eso, la fusión de estos ídolos juveniles y los partidos ya está sucediendo y es habitual emplear a influyentes en campañas de instituciones gubernamentales para difundir sus mensajes, destaca Renobell.
En la misma línea se muestra Torrego, que cree que los partidos ven a este tipo de perfiles como «una herramienta más» para llegar a los jóvenes y los usan como referencia, mientras que el experto en Psicología Rubén Sanz considera que, para lograr un impacto real, los partidos deberían buscar perfiles con ciertas características.
Y cita: «Conocimiento sobre el área política, profesionalidad, responsabilidad en sus declaraciones, carisma, frescura y naturalidad. Algo que no siempre cumplen»».
Para alcanzar el fin deseado por los partidos, Renobell advierte que los influyentes «no son los más adecuados para hacer debates políticos». «Son personas que se caracterizan por dar un mensaje emocional y no reflexivo», recalca.
Sin embargo para Torrego la clave está en «formar a estos influencers y también al público que recibe estos mensajes».
Desde el otro lado, Gersanc considera aceptable que una celebridad de las redes tome partido, pero depende de cómo: «Si van a decir cosas sobre las que no se han documentado, es mejor que no hablen».