La cumbre que celebra la OTAN en Washington por su 75 aniversario de constitución sirve para mantener el origen de su nacimiento, que no fue otro que el freno del expansionismo de la entonces Unión Soviética, allá por 1949, en un tiempo de posguerra mundial y que setenta años después, la invasión rusa de Ucrania ha hecho resucitar a una Alianza militar que estaba abocada a su desaparición. La agresión rusa sobre Kiev no ha hecho sino revitalizar una organización más necesaria que nunca, más unida y más grande, con la incorporación de nuevos miembros, algunos de ellos vecinos de Moscú.
Ucrania, con el presidente Zelenski como invitado, centra las reuniones de estos tres días para ver cómo socorrer a un país sin pasar ciertas líneas rojas y aportar material bélico suficiente para frenar las aspiraciones anexionistas de Putin. Hasta hace unos meses, la prudencia ha sido una constante para no despertar un conflicto directo entre Rusia y la OTAN. Pero los mensajes y, sobre todo, las declaraciones de un grupo de países, con Estados Unidos a la cabeza, de anticipar más defensas antiaéreas para hospitales o infraestructuras energéticas anticipan un invierno que no será fácil, pero sobre todo, un apoyo irreversible para cumplir con la promesa de que Ucrania forme parte de la Alianza en un futuro no muy lejano. Además, la autorización de Occidente de la entrega de los F-16 es un signo de que no hay vuelta atrás.
En la capital estadounidense también se hablará de otros retos no menos importantes en un contexto mundial inestable, como la guerra en Gaza, el expansionismo de China o la aprobación de un plan de acción para el flanco sur, con el Sahel como foco principal. España es la primera interesada en conseguir objetivos en esta parte del mundo tan insegura. Y, sin duda, uno de los protagonistas será el anfitrión. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, atrapado por su discutida imagen tras el cara a cara con Trump y que se sacude las críticas con un potente mensaje en política internacional en la celebración del aniversario de la Alianza. Ocurre en momentos de crisis de liderazgo o cuando las encuestas dudan del presidente: la Casa Blanca se asoma al tablero internacional con una potente batería tanto de medidas militares como financieras en favor de Ucrania para que en caso de una vuelta de Trump no haya vaivenes políticos en esta materia. Siguiendo la tradición demócrata, ejercer de guardián mundial siempre ha sido rentable de cara a unas elecciones en las que las encuestas le otorgan una desventaja peligrosa para el propio país, para el mundo y para el futuro de la OTAN.