El gran Ricardo, uno de los cartoonists emblemáticos de nuestro país, dibujaba a Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez, en una primera viñeta, con guantes de boxeo, a punto de iniciar el combate; la segunda viñeta mostraba que quien había recibido todos los golpes era... Alberto Núñez Feijóo. Los editoriales con forma de dibujo de humor suelen ser los más acertados, por lo sintético y significativo. A la presidenta de la Comunidad madrileña no le convenía ir a una 'cumbre' a La Moncloa para escenificar el apretón de manos con su irreductible enemigo, el presidente del Gobierno central. A él le convenía aún menos esta fotografía: le va bien la confrontación con Díaz Ayuso, que deja en segundo plano al moderado Feijóo, que sigue siendo, al fin y al cabo, el líder de la oposición, aunque más de uno trate de descabalgarle de ese corcel.
Tengo para mí, y creo que lo comparte la mayor parte de las ejecutivas del PP y del PSOE, que el encuentro Sánchez-Díaz Ayuso debería haberse producido, como estaba previsto, este viernes, lo mismo que se produjo la reunión del presidente con los restantes 'barones' autonómicos 'populares'. Pero, claro, la verdad es que el propio Sánchez, lanzando acusaciones de corrupción casi diarias contra la presidenta madrileña -y contra su pareja-, a veces en los peores términos, procuró hacer muy difícil el encuentro con la por otra arte poco dispuesta al diálogo Díaz Ayuso. Dos no se entienden si uno no quiere, pero menos aún si ninguno de los dos lo desea.
Claro que lo importante sería un acuerdo multilateral en tantas cuestiones, desde la financiación autonómica a la vivienda, que lastran la, por otra parte, buena marcha económica y social del país (lo dice el FMI, no yo). Pero esa 'cumbre' de presidentes autonómicos, en la que se deberían trazar las líneas maestras de una regeneración, se retrasa continuamente. Como tampoco llega nunca ese necesario encuentro -normalizado en todos los países europeos- entre el jefe del Gobierno y el líder de la oposición. Esta, la de la fallida reunión Sánchez-Díaz Ayuso, hubiese sido una buena ocasión para que el presidente del PP reclamase su derecho -derecho, sí- a ser recibido en el palacio presidencial, que convendría recordar que es de todos -como RTVE, el INE, la Fiscalía, el TC...--, aunque aquí y ahora nadie parece ponerse a reparar en esas minucias de sentido común democrático.
Oportunidad perdida para el bien de todos los ciudadanos. La absurda guerra política entre el Gobierno de España y el de Madrid no puede traer nada bueno para los madrileños ni para el conjunto de los españoles. Y evidencia, además, el peor de nuestros vicios políticos: la pervivencia del goyesco duelo a garrotazos, de la peor política posible. Lástima. En la desgraciada política de nuestro país -los hay peores, pero eso no debería consolarnos--, ocurre casi todo lo que no debería ocurrir, y, en cambio, no ocurre lo que sería deseable que ocurriera: ¿cómo nos las apañamos para hacerlo tan mal?