No fue un debate de investidura, sino un enfrentamiento entre dos dirigentes políticos decididos a actuar con toda su capacidad de enseñamiento contra el adversario. Dicho esto, Feijóo recibió golpes demoledores de Pedro Sánchez, pero ninguno tan brutal como la larga lista de falsedades y de faltas a su palabra que Feijóo le echó en cara al candidato Sánchez. Sánchez hizo daño al presidente del PP, los más serios que ha recibido desde que se dedica a la política nacional, pero si las acusaciones de Sánchez se centraron fundamentalmente en sus pactos y alianzas con Vox, acentuando los aspectos más ultramontanos de este partido con el que el PP gobierna en varias comunidades autonómicas y ayuntamientos, Feijóo sin embargo puso en cuestión la falta de palabra de Pedro Sánchez al negar taxativamente la constitucionalidad de la amnistía, el trato a un prófugo como Puigdemont, el "pacto encapuchado" al que ha llegado con Bildu e, incluso, ya que Sánchez se dedicó a hurgar en la trayectoria de Feijóo y del PP, sacando lo peor de Feijóo y de su partido, El presidente del PP recordó a Sánchez que en 2016 fue expulsado de la secretaria general del PSOE por sus propios compañeros "por intentar un pucherazo".
Si la cara es el espejo del alma, tanto Pedro Sánchez como Alberto Núñez Feijóo pasaron malos ratos en el debate de investidura del primero, aunque a Feijóo se le notó un respiro después de desahogarse lanzando dardos muy hirientes a Sánchez, sacando los aspectos más negros de su biografía política. Como había hecho Sánchez con Núñez Feijóo, aunque en su caso las acusaciones no tenían nada que ver con falsedades y engaños. De hecho la intervención del presidente del PP finalizó con un "No les he mentido ahora, ni antes, ni nunca".
Si por la mañana, en la exposición de su programa, Pedro Sánchez sorprendió porque parecía confuso, desnortado, por la tarde afrontó con energía, y profesionalidad, su cara a cara con Feijóo.
El programa de gobierno que presentó solo puede ser calificado como indescriptible. Más allá de la cadena de subvenciones, ayudas y rebajas a las que nos tiene habituados, y que no siempre cumplen las expectativas cuando llega la hora de solicitarlas, lo que expuso no tenía nada que ver con lo que se supone que es un programa que se presenta al parlamento para conseguir la aprobación mayoritaria de la Cámara. "Lo" de Sánchez fue un arrebato de ira contra el PP y Vox, a los que presentó como unidad, estrategia que mantiene desde que la noche del 23 de julio advirtió que podía mantenerse en Moncloa pactando con todo el espectro parlamentario incluidos partidos que siempre le habían parecido un peligro para la democracia.
En ese arrebato, Pedro Sánchez apareció como un político tan feroz en sus ataques que provocaba risas, porque descalificar a Feijóo mezclaba frases intolerables pronunciadas por algunos miembros de Vox de tercer nivel que hacen alarde de machismo, homofobia y rechazo a los colectivos LGTBI, que ven a la mujer como personas sometidas a los dictados de unos maridos retrógrados y dominantes. Declaraciones que se han dado, pero desde luego no representando al PP; y hasta es posible que tampoco a Vox, y Abascal haría bien callando la boca a los bocazas -valga la redundancia- que tiene en su partido. Sánchez, por cierto, ha hecho flaco servicio a la sociedad española al no acompañar ese escenario ultramontano, falso, con la realidad de una España moderna, con mujeres que viven y trabajan en igualdad de condiciones, como ocurre con los países de nuestro entorno.
No estuvo prepotente, como es habitual, sino chulo, irritantemente chulo. Desgranó datos falsos sabiendo que eran falsos, presumió de que nunca España había tenido un papel más importante en el mundo que ahora que él gobierna. Olvida los tiempos en que media docena de españoles estaban simultáneamente al frente de varios organismos internacionales, como la OTAN, el COI, las relaciones de la UE con Oriente Medio, Unicef y la responsabilidad de construir Bosnia tras la guerra de los Balcanes. Una España que organizó en diez días una Conferencia de Madrid sobre Oriente Medio con participación de una veintena de Jefes de Estado y gobierno de todo el mundo, incluidos enemigos irreductibles y también los presidentes de las grandes potencias internacionales.
Sánchez ni siquiera ha conseguido la felicitación de Bruselas por cómo ha llevado la presidencia de turno. Que la ha ejercido sin pena ni gloria. Prometió en su proyecto de gobierno menos ministerios y menos asesores, lo que provocó la risa incluso de partidos que le apoyarán en la investidura, y se presentó como el dirigente capaz de conseguir que España avance en lugar del que defiende-Feijóo, sin mencionarle- una España en retroceso.
Su larga exposición, una hora y tres cuartos de autocomplacencia y oposición a la oposición como estrategia de defensa, hará historia. No por su enjundia, ni por la solidez e innovación de su proyecto de gobierno, sino porque nunca un candidato a la presidencia del gobierno español había sido tan mendaz en su debate de investidura.