La crisis generada por los comentarios ofensivos del ministro Óscar Puente acerca de Javier Milei, presidente de Argentina, es un exponente de la falta de idoneidad de determinados personajes para cumplir con las mínimas exigencias de probidad y prudencia propias de una encomienda ministerial. Un ministro, sea cual sea su ideología, por el hecho de formar parte del Gobierno de España representa a todos los ciudadanos y ese principio debería guiar su actuación. En el caso del señor Puente salta a la vista que no ha entendido que, cuando habla, sus palabras comprometen al Ejecutivo y sí ofende al jefe del Estado de un país amigo -como ha sido el caso al deslizar una insidia diciendo que el señor Milei parece que consumía drogas-estaba formulando una acusación temeraria. Ante la dura respuesta de la Oficina del Presidente de la República Argentina señalando los problemas de Pedro Sánchez por los negocios de su esposa y los pactos con los separatistas qué -según el decir de Buenos Aires- ponen en peligro la integridad del Reino de España, ¿qué ha hecho el Gobierno español? ¿Pedir disculpas? ¿Intentar rebajar la tensión? Nada de eso.
El Ministerio de Exteriores del señor Albares ha salido diciendo que rechaza por infundados los términos de estas acusaciones por considerar "que no se corresponden a las relaciones con las relaciones entre dos países y pueblos hermanos". Ni una disculpa por las palabras del ministro Puente. Y, ¿qué ha hecho o dicho el causante de la crisis? ¿Se ha disculpado? Nada de eso. "No me haga usted esa pregunta" -le decía a una periodista que, con buen criterio, le preguntaba si pensaba pedir disculpas. Ante este escenario, el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, ha pedido la dimisión del ministro o que su destitución.
Pero el ministro de Transportes ni pide disculpas ni tiene intención de presentar la dimisión -porque según dice se siente "absolutamente" respaldado por el Gobierno que preside Pedro Sánchez, el hombre que parece que le eligió para embarrar el espacio público. Pero esta vez ha ido demasiado lejos creándonos un problema con Argentina, que aunque formalmente el Gobierno de Buenos Aires ha declarado que da por zanjado, nadie puede descartar que acabe acarreando consecuencias desagradables para los muchos intereses de España en aquel país. Al tiempo.