El sector de las antigüedades pierde fuelle en Soria, donde apenas queda un negocio dedicado exclusivamente a ello y otro de venta de artículos de estilo clásico. El Día de Soria se acerca a ellos para conocer las razones del declive y el perfil del cliente. Por otro lado, en El Burgo de Osma, José Ramón Hernández, de Burgos, organiza cada año la Feria de Antigüedades, que en 2025 alcanzará la cuarta edición aunque aún queda por confirmar la fecha. Este experto -que acude a ferias nacionales e internacionales (Francia, Bélgica, Alemania...), organiza eventos y alquila para cine- apunta a un descenso del 60% en el área tradicional de muebles y elementos religiosos en comparación con décadas anteriores, lo que le ha llevado a orientarse más al coleccionismo (videojuegos, Nancy y cromos de fútbol tienen más tirón). «Lo que más se vende ahora es el vintage, mueble de los años 60-70 con líneas redondeadas, y la silla de forja medio comida por el óxido» porque influyen las nuevas líneas de decoración y no se valoran las antigüedades.
Las nuevas generaciones no valoran el mobiliario y otros elementos de decoración antiguos, tanto del siglo pasado como de estilos anteriores, comentan en los negocios de Soria relacionados con el sector. Ricardo Alcubilla, segunda generación del negocio que impulsó su padre, Pedro, nos recibe en las instalaciones del polígono de Las Casas, que ha enfocado más a la restauración y a proporcionar atrezzo para el sector audiovisual. Allí guarda miles de piezas de la etapa anterior del negocio, pero también va incorporando según la demanda y bajo pedido desde hace cuatro años a través de contacto con anticuarios. Mientras estamos allí, una clienta busca para su casa un perchero de pared y una vitrina que enseguida encuentra, mientras que otros compran una cómoda para convertirla en un lavabo. Él asesora sobre cómo se pueden combinar las piezas con otros estilos más actuales.
restauración. Alacenas, faroles, cuadros, mapas, cántaros, baúles, armarios, puertas, lámparas, butacas, figuras, palanganeros, arcones, espejos... esperan a una segunda vida. El anticuario, formado en carpintería, comenta que mucha gente se lleva puertas, ventanas o trillos antiguos restaurados como cabeceros de cama para dar un toque distinto a sus casas y hay ruedas que serán lámparas o bases de madera de braseros que se convierten en espejos.
En el taller nos muestra cómo restaura una plataforma para el tren que va a convertir en una mesa. «Yo intento recuperar piezas que están perdidas o muy agrietadas, pero sin dejarlas nuevas, que se vea la madera y que tienen un tiempo», explica. «Tras la pandemia la gente que acude a estos negocios se interesa más por lo rústico porque han arreglado la casa del pueblo que por lo antiguo, de estilo isabelino, por ejemplo», reconoce Alcubilla, que tiene clientes sobre todo de Madrid, Cataluña y del sur, tanto anticuarios y decoradores como particulares, que suelen ser turistas. Hay algún alumno de cursos de restauración, aunque se llevan piezas pequeñas. A veces acuden coleccionistas, «hay de todo, de cajas de cerillas, de herramientas antiguas, de postales de Soria, de latas, de orinales...».
También ha cedido o vendido piezas al parque temático medieval Puy du Fou, en Toledo, y para la productora Contubernio, de la serie El Pueblo, grabada en Valdelavilla, o la serie Águila Roja. «Las productoras buscan variedad de mobiliario y que sea raro y, a través de contactos, se ponen en contacto los directores de arte y decoración», añade indicando que para un documental de Picasso le pidieron varios bancos de iglesia o para la serie Entre costuras telas antiguas. «La gente joven no valora lo antiguo, el proceso de fabricación a mano de una de estas piezas», insiste señalando un armario de 200 años al que se ha sacado la capa original, «son piezas únicas, no muebles de fábrica». «Los jóvenes quieren líneas rectas, la madera de pino lisa y estilo rústico y provenzal más que isabelino y tallado», apunta mostrando su preferencia por piezas labradas del siglo XVIII, como un arcón vasco de castaño recién adquirido, una mesa de despacho isabelina de nogal o una cómoda francesa. «El mueble de época es más complicado venderlo, hay que pensar mucho la inversión y es arriesgado», añade animando a valorar los muebles de generaciones pasadas, «hay precios para todos los bolsillos.
para gustos... En DAD Decoración, junto a la plaza de toros y de Alejandro Rodríguez, también un apasionado de las antigüedades, nos sumergimos en el mundo de lo clásico. «Ahora las casas tienen un estilo naturalista o nórdico, más frío e impersonal, porque han cambiado las modas... Hay gustos para todo y la variedad enriquece. Pero después la gente ve en las revistas una casa con mobiliario clásico y les parece impresionante», comenta recordando la antigua casa familiar en la zona de la U-25, que era un ejemplo de estilo clásico y lo que le impulsó a abrir la tienda en 2001. «Intento que la oferta sea interesante y hay precios asequibles, aunque al estar cerrada la puerta de la tienda, porque yo estoy a veces en el almacén, la gente piensa que es cara», añade lamentando que ahora se opte menos por estos productos para regalos, en los últimos años tras el auge por la pandemia, «el gusto por lo estético está decayendo» y «en otras ciudades se valora mucho más».
«En decoración ahora a veces se opta por un mueble o una pieza clásica que aporta un aire distinto a una estancia» y, para ello, en este establecimiento se pueden encontrar todo tipo de artículos inspirados en este estilo pero de fabricados en la actualidad según los procesos antiguos, la mayoría de ellos. Hay tapices de materiales nobles pero en nuevos formatos, un escritorio de líneas clásicas, espejos venecianos y cristalerías de Bohemia o vajillas de Lladró adaptadas al lavavajillas.
Un sinfín de piezas de nácar o biscuit o bronce; inspiradas en Sorolla, Goya o Velázquez; de estilo oriental o british; religiosas como belenes de talleres murcianos o niños Jesús; piezas de terracota para el jardín; y espejos venecianos tallados o marcos en plata de Pedro Durán, además de una salamandra antigua que ahora se usaría como decoración. «Según los procesos antiguos y con muchas horas de trabajo», destaca poniéndolos en valor.
En este espacio único podemos encontrar grabados, lámparas de cristal, relojes, figuras, ajedrez, textiles, cuberterías... «A veces se opta por poner una pieza en una habitación, como una lámpara de cristal en la cocina o un cuadro en el dormitorio. Además, a veces se simplifican tanto las casas que no hay espacio para guardar todos estos objetos como antes, con armarios de capacidad para vajillas y cristalerías», reflexiona.
«Esas generaciones de plateros, ebanistas, cristaleros... se han ido jubilando y ya no tienen relevo, es una pena», comenta apuntando que su clientela procede de otras ciudades, sobre todo de Madrid, y que él se abastece en ferias y por viajantes, «siempre viendo cada pieza antes de comprarla».