José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


No paro de pensar

03/02/2024

Ya no me acuerdo cuando publiqué el primero de los artículos que sigo titulando como 'Sopa de guindillas' pero rondarán los 35 años. Media vida. Lo que sí conservo en la memoria es la pauta que me marqué entonces y que, salvo en un par de ocasiones o tres, he respetado; sólo me ocuparé de asuntos referidos a la provincia. Para los temas nacionales e internacionales ya hay articulistas mucho más informados y capaces, en general, y la pequeña parcela que se me asignó no la puedo desperdiciar cultivando con semilla ajena.

Viene a cuento este prolegómeno porque me dispongo a compartir con ustedes, sé que algunos son incondicionales, mi preocupación por la escasa evolución de mis reflexiones en esas más de tres décadas machacando las teclas de la Olivetti al principio y el ordenador después. Conservo algunos originales de aquellos tiempos y observo que se repite un patrón del que no he sido capaz de desprenderme durante tanto tiempo. Se resume en una pregunta ¿qué evolución cabe esperar en nuestro país e incluso en Europa, para lograr un equilibrio social, económico y por supuesto demográfico, para que Soria no se quede en una cuneta inexplicable en un país desarrollado? Lo chungo del caso es que sigo sin respuesta.

Estuve convencido de que el desequilibrio demográfico no es sólo problema de los territorios con poca gente, también lo es de los superpoblados. Contaminación, hacinamiento, inseguridad ciudadana, estrés… en fin todo eso que ustedes saben que afecta a Madrid o cualquiera otra de las ciudades parecida que tenemos en España. A tal punto llegó mi argumentación profética que me mostré convencido de que, tarde o temprano habría una leve pero suficiente vuelta al ámbito rural propiciada sobre todo por el ánimo de recuperar ciertos niveles de sosiego emocional y calidad de vida auspiciados por las nuevas tecnologías que hacen posible trabajar a distancia sin mengua de la productividad y, terminada la jornada laborar, apagar el ordenador y salir a dar una vuelta por Valonsadero o tirar el anzuelo en el Revinuesa.

Como profeta no tengo futuro, pero llegado a este punto, no me queda otra que preguntarme cual será el proceso futuro, siempre y cuando el ser humano no logre lo que los apocalípticos pronostican, destruir el mundo en una guerra nuclear global o sembrando qué sé yo que virus letal. Somos pocos y muchos viejos. Las limosnas inversoras no cambiarán la tendencia demográfica y mi pregunta es la de siempre; ¿Puede un territorio vaciarse mientras crece y se hacina la población en su entorno? Y cuando hablo de entorno aludo a todo el orbe, no sólo a España, que tampoco está muy allá en cuanto a población joven.