Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Entre sorprendente e insólito

17/06/2024

Me refiero a lo que, tras las recientes elecciones europeas, viene constituyendo motivo de conversación y de análisis, que no es otra cosa que la irrupción electoral del personaje llamado Alvise. Para muchos, desconocido; para otros, los que frecuentan las redes, especialmente los más jóvenes, de sobra conocido. Lo cierto es que, con el 4,6% de los votos, que son algo más de 800.000, y con un eslogan tan intencionado como ese 'se acabó la fiesta', ha obtenido tres escaños en el Parlamento Europeo; los mismos que Sumar y que la candidatura republicana-nacionalista, uno más que Podemos y dos más que la candidatura de Junts, o la que integraba al PNV.

Es cierto que hay algunas circunstancias que no conviene olvidar: la participación en estas elecciones ha sido anormalmente baja (no llegó al 50%), lo que facilita alcanzar escaño si hay un volumen de voto favorable, aunque no sea muy elevado; más aún lo facilita el hecho de que éstas son las únicas elecciones en que la circunscripción electoral es toda España a la vez, lo que supone que se suma todo el voto obtenido en cualquier lugar; y, en fin, se elige un número suficientemente elevado de escaños, 61 en concreto, lo que permite un juego de proporcionalidad en la atribución bastante elevado. La suma de estas tres circunstancias puede explicar, en términos de matemáticas electorales, un resultado como el que comentamos, que es bastante probable que en unas elecciones generales, por ejemplo, donde la circunscripción es la provincia, no se produciría.

Pero la cuestión no es esa solamente. Hay otra dimensión política del acontecimiento, simple o compleja, según se mire, pero digna de análisis. Parece ser que esos votantes son, aproximadamente, los mismos que el candidato Alvise tenía como seguidores en sus redes sociales. Y no parece que el discurso que allí reciben y comparten tenga una dimensión ideológica determinada; más bien está orientado hacia una posición radical antisistema, capaz de atraer la atención de colectivos que ven en ella una forma de hacer explícita su irritación, su falta de expectativas, o su desesperanza.

Pues ese es el aspecto preocupante; porque las posiciones antisistema pueden servir para dar rienda suelta al cabreo, pero rara vez ofrecen una alternativa viable.