Existe una figura en el fútbol a caballo entre los 'antis' y los 'haters', que son «los que hacen de menos». Que si has goleado porque tu rival no jugaría en la 'Kings League' (decían desde Madrid hacia Barcelona el pasado martes), que si todos los tantos de Bellingham son 'churros'. Como si estar bien colocado fuese cuestión de suerte. En este juego vale más una diana de rebote o una en propia puerta (el de Niakaté, del Braga, en el 85 para darle el triunfo al Nápoles) que un jugadón 'maradoniano' que termina con el balón estrellado en la cruceta. Que el Unión Berlín, un equipo que perfectamente podría pasar por una 'caja fuerte', cometiese su único error de concentración en el 93, que el balón tras el chut de Valverde rebotase en la maraña como la bolita de una máquina 'pinball', y que, después de todo eso, cayese a los pies del jugador merengue mejor colocado para marcar ya forma parte de la mística del Madrid en la Champions. El gesto de Bellingham al final del partido, saludando a un rival con el gesto de «ni yo me lo explico, pero aquí esto funciona así», fue evidente.
Un bloque feliz
El Barcelona va recuperando sensaciones tras dos descalabros europeos consecutivos. De 2021 apenas quedan seis futbolistas y los que están ahora no están contaminados de pesimismo. Ahora tiene mejor defensa, mejor mediocampo y mejor delantera. Y los 'Joaos' (Félix y Cancelo) han elevado el nivel cualitativo del equipo varios enteros. Cuando eso sucede, la pelota se mueve más rápido y los espacios aparecen 'solos'. No es casualidad que el Barça haya sumado dos 5-0 consecutivos (Betis y Amberes) y que Joao Félix lleve tres tantos y una asistencia en tres encuentros. La entidad del rival daba para jugar: 22 disparos en 86 ataques. Montjuic, cubierto de lonas para dar sensación de lleno, se terminará llenando 'de verdad'.
Frustración
La crónica del Reale Arena se escribe con la leyenda del viejo fútbol italiano, una película 1.000 veces proyectada y 1.000 veces vista, aquella en la que el equipo de turno que se deja atacar y atacar y atacar y aparentemente sufre muchísimo y nadie explica por qué no llega el primer gol (el segundo en este caso). El Inter de Milán fue un juguete en manos de una Real Sociedad soberbia, que jugó 75 minutos majestuosos y se deshizo en los 15 finales. En este tramo, según el guion, es cuando siempre sucede 'eso': un solo disparo a puerta bastó a los subcampeones para llevarse un punto de San Sebastián. Catorce veces chutaron los locales. Si perdonas a un italiano…
No es no
Erling Braut Haaland es un tipo al que le lanzas un avión de papel de la grada y lo más probable es que, de alguna manera, lo convierta en gol. Lo tiene entre las cejas. Pero el pasado martes se estrelló una y otra vez con los postes, con el portero o con jugadores del Estrella Roja que iban al suelo con un encomiable sentimiento del deber. El 'cyborg', frustrado en la primera mitad sin marcar, lo que le da de comer, arrancó la segunda con un balón en la frontal… y cuando todo el mundo esperaba el zapatazo decidió filtrarlo con delicadeza hacia la entrada de Julián Álvarez, que hizo bueno el pase anotando el primero de la tarde para el City. Incluso Haaland, el devorador de récords, ha asumido que el fútbol tiene tardes en las que te dice que «no»… y es «no». Y el «sí» debe buscarlo otro.