Acabar con el sida en 2030 es cada vez un objetivo más factible. Y así se desprende de un nuevo informe presentado esta semana por el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH (Onusida) Let Communities Lead, en el que se muestra que se puede terminar con el VIH como amenaza para la salud pública en esta década, pero, eso sí, «solo si las comunidades que están en primera línea reciben todo el apoyo que necesitan de los gobiernos».
«Las comunidades de todo el mundo han demostrado que están preparadas, dispuestas y capacitadas para liderar el camino. Pero necesitan que se derriben las barreras que obstaculizan su labor y que se les dote de los recursos adecuados», explicaba Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Onusida. «Con demasiada frecuencia, los responsables de la toma de decisiones tratan a las comunidades como problemas que hay que gestionar, en lugar de reconocerlas y apoyarlas como líderes. Las comunidades no estorban, sino que iluminan el camino hacia el fin del sida», apuntó.
El informe, presentado en Londres durante un acto del Día Mundial del Sida organizado por la organización STOPAIDS, muestra cómo los colectivos han sido el motor del progreso.
La defensa comunitaria a todos los niveles, que va desde la sociedad civil hasta los decisores de políticas públicas, ha conseguido cambios revolucionarios. Las campañas han contribuido a abrir el acceso a los medicamentos genéricos contra el VIH, lo que ha dado lugar a reducciones drásticas y sostenidas del coste del tratamiento, que ha pasado de 25.000 dólares por persona y año en 1995 a menos de 70 dólares (63,7 euros) en muchos de los países más afectados por el VIH en la actualidad.
Let Communities Lead demuestra que invertir en programas de VIH dirigidos por la comunidad aporta beneficios transformadores. En concreto, expone cómo los programas ejecutados por organizaciones en Nigeria se asociaron con un aumento del 64 por ciento en el acceso al tratamiento del sida, una duplicación de la probabilidad de utilización de los servicios de prevención y una cuadruplicación del uso sistemático del preservativo entre las personas en riesgo de contraer el VIH.
También señala cómo, entre los profesionales del sexo a los que llegó un paquete de servicios entre iguales en la República Unida de Tanzania, la tasa de incidencia del VIH se redujo a menos de la mitad (cinco por ciento frente a 10,4).
«Somos el vehículo para el cambio que puede acabar con las injusticias sistemáticas que siguen alimentando la transmisión del VIH. Hemos visto avances revolucionarios, hemos mejorado el acceso a los medicamentos y hemos hecho grandes progresos en la despenalización», afirmó Robbie Lawlor, cofundador de Access to Medicines Ireland. Sin embargo, insistió en la falta de apoyo financiero. «Se supone que debemos luchar por un mundo más equitativo y que tenemos la misión de acabar con el estigma, pero se nos deja de lado en debates cruciales. Nos encontramos en un punto de inflexión. Las comunidades no pueden seguir relegadas a la periferia. Ha llegado la hora del liderazgo», concluyó.
Un repunte en Europa
Pese a los esfuerzos que se están realizando y el optimismo que hay respecto a que el VIH continúe siendo un problema de primer orden en la salud mundial, el número de infectados con el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) aumentó casi un 31 por ciento en 2022 con respecto al año anterior en la Unión Europea (UE), pero se mantiene por debajo de los niveles prepandémicos.
Según un informe difundido conjuntamente por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la UE se registraron 22.995 casos el año pasado, 5,1 por cada 100.000 habitantes, lo que representa un 3,8 por ciento menos que en 2019.
Las mayores subidas interanuales se produjeron en Chipre (24 por ciento) y Estonia (19 por ciento), mientras Eslovenia (dos por cientoi) registró el aumento más moderado de todos los países miembro. En toda la región europea de la OMS -que incluye a 53 países, entre ellos Rusia y varias repúblicas exsoviéticas- se constataron 110.486 nuevos diagnósticos -para un total de 2,4 millones-, de los que el 72 por ciento corresponden a Europa del Este, un 4,2 por ciento más que en 2021, pero un 20,5 por ciento menos que en 2019.
El aumento de diagnósticos del último año obedece al restablecimiento de los servicios de control, la introducción de nuevas estrategias de testeo en muchos países, modelos migratorios, el levantamiento de las restricciones vinculadas a la COVID-19 y la llegada de refugiados, sobre todo de Ucrania, señala el documento.
«La afluencia de pacientes, en particular de Ucrania, ha traído nuevos retos en el tratamiento del VIH, ya que esa población puede tener necesidades diferentes en términos de salud mental y apoyo social, requiriendo consideraciones especiales para pasar a nuevos regímenes de antiretrovirales», apuntan el ECDC y la OMS.