Dos semanas después de que Felipe VI encargase a Pedro Sánchez la responsabilidad de formar Gobierno, al presidente en funciones se le multiplican los frentes que pueden dificultar su objetivo. No era para nada inesperado que las negociaciones con las distintas fuerzas parlamentarias se convirtieran en lo que de hecho ya son hoy: en una sucesión de exigencias por parte de los partidos independentistas catalanes, en especial por parte de Junts, que desde el día 3 de octubre hasta hoy ha elevado el listón de peticiones a Sánchez a cambio de unos votos que son imprescindibles para su investidura. Todo este rosario de contrapartidas (desde la amnistía a un referéndum cada vez más enrevesado en sus condicionantes) era previsible, e incluso no puede descartarse que el tira y afloja forme parte de la estrategia de unos y otros para, finalmente, cerrar un acuerdo suficiente para que cada uno pueda justificar sus cesiones con cierto aire triunfalista, dada la aparente dificultad. Hasta ahí, nada sorprende de acuerdo a la previsible hoja de ruta política desde el 23 de julio, investidura fallida de Alberto Núñez Feijóo incluida.
Las negociaciones para la elección de presidente en minoría, siempre complejas y que en esta ocasión ya se intuían las que más de toda la democracia, se van encontrando, sin embargo, con otros episodios que tampoco ayudan el tránsito de Sánchez hacia su reelección. Sin tener que ser determinantes para el cierre de un acuerdo, el planteamiento que se formula desde Sumar para que este pacto de investidura y de Legislatura incluya el reconocimiento de Palestina como Estado no hace sino aumentar la lista de problemas. Y no tanto porque entre PSOE y Sumar no puedan ser capaces de aparcar finalmente esta exigencia del acuerdo, sino porque la reacción de los socios de Sánchez ya ha tenido alguna derivada a la que hay que hacer frente: un conflicto diplomático entre Israel y España, que incluye la exigencia de que el presidente del Gobierno condene expresiones de sus socios que se califican en Israel como inmorales porque se entienden como un alineamiento con el terrorismo de Hamás.
El escenario al que el candidato socialista está teniendo que hacer frente desde que recibió el encargo del Rey se parece en poco al que presumía que debería afrontar cuando el mismo 23 de julio consideró una pérdida de tiempo el intento de Núñez Feijóo de ser investido por ser el líder más votado.
Casi tres meses después, el camino de Sánchez a la reelección está cada vez más embarrado, y aunque mantiene sus opciones de lograr el objetivo debería reflexionar sobre el desgaste que este episodio conlleva para el país. Nada asegura que unas nuevas elecciones resuelven el problema, pero cada día es más evidente que podrían formar parte de la solución.