Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Super Mario Bros

15/03/2024

Se mueve mucho dinero en el sector financiero y existe demasiada prepotencia; pero cuando nos acercamos a él vamos con la misma resistencia que al médico. No se va por voluntad propia sino como último recurso. Nadie pide un préstamo por gusto, sino por necesidad. Lo más desagradable es que un tercero valora tu capacidad para pagarlo, porque existe una expectativa razonable de recuperar lo prestado con un interés convenido.

Aquí es donde acaba el cuento. Antes, cuando las matemáticas eran asignatura obligatoria y el conocimiento real sobre el deudor lo era todo, el banquero no cuestionaba solo la capacidad de pago sino la inteligencia de la solicitud. En esta sociedad del consumismo desbocado y de la satisfacción inmediata esa prudencia se ha perdido. No solo los individuos sino también los gobiernos.

Cada persona tiene sus razones para endeudarse, pero no todas son inteligentes o convenientes. Hay algunas que generan retorno y otras que aplacan un deseo momentáneo. Las primeras suelen ser saludables, pero no siempre bien analizadas, y las segundas, no deben olvidar que provocan una reducción futura de las opciones vitales; esto es algo que los gobiernos suelen ocultar a sus votantes.

Alguien que financia la compra de un coche para poder ir al trabajo, le permite defender unos ingresos ciertos; otra cosa, es que acierte en el modelo, precio y características del vehículo. Si uno opta por financiar unas vacaciones, tiene que ser consciente de que una vez disfrutadas, tendrá que devolver el préstamo; por tanto, tendrá menos dinero disponible hasta que haya zanjado la deuda. Modestamente no lo recomiendo.

Los Estados modernos se endeudan permanentemente y el COVID ha provocado un frenesí de irresponsabilidad. El crecimiento de la deuda ha sido tan galopante, con España en un honroso primer puesto, que la sociedad verá reducida su capacidad para invertir en el futuro porque se centrará en un pasado ya olvidado. ¿Es injusto?

Era obvio que saldríamos en algún momento de la pandemia, lo que no estaba tan claro era quiénes lo iban a contar. Ahora que ha finalizado, la sociedad tiene que hacer frente a decisiones difíciles porque los recursos son finitos y las alternativas son siempre dolorosas. Solo advierto que ilusionarse pensando que será otro el que pague la fiesta es inmaduro e infantil. La batalla entre comunidades va a ser brutal porque hemos diluido el concepto nacional y la solidaridad que le acompaña.