No tiene día malo. Informativamente hablando. La campaña electoral catalana no defrauda. Suscita interés por sus derivadas nacionales y cuenta con personajes capaces de ofender al electorado del más amplio espectro político con solo abrir la boca un minuto. El candidato de Junts+ a las elecciones catalanas, Carles Puigdemont, personifica eso de forma brillante. Y ayer dio buena muestra de ello.
En un nuevo acto en su capitanía general francesa, en Argelès-sur-mer, el líder independentista ha pretendido ironizar con que el PSOE que habían liderado Felipe González y Alfonso Guerra quiera ahora la regeneración democrática en España: «¡Manos a la cartera!» Ha gritado el señor Puigdemont, como buen ejemplo de ciudadano que es y de referente de la ética política.
Ya lo dice la sabiduría popular en eso de decir lo que presumes para encontrar de lo que careces, y el candidato de Junts+ parece haberse dado un tiro en el pie sin pretenderlo.
Y es que, para él los fallos de la democracia en España también se explican por los años del GAL. Puigdemont echa mano de los Grupos Antiterroristas de Liberación y señala directamente a Felipe González y Alfonso Guerra. La lucha antiterrorista de esos años fue dura, y se cometieron errores, pero afirmar que «arruinó las esperanzas democráticas en los años 80» es demasiado. Incluso para Puigdemont.
Para empezar, porque si las esperanzas democráticas se hubieran arruinado en esa década a buen seguro que él hoy en día no estaría liderando un partido desde Francia ni tendría vía libre para presentarse a unas elecciones democráticas en Cataluña.
«España está carcomida por dentro; es sistémico y estructural», se obcecó en decir el candidato de Junts+ para justificar el embrollo en el que se había metido, solventando la jugada con un triple salto mortal con tirabuzón que le llevo a asegurar que «toda esta carcoma la ve ahora Pedro Sánchez cuando le han presentado una querella de pacotilla de Manos Limpias a su mujer».
Giro perfecto de guion. De esos polvos estos lodos. Todo cuadra en la cabeza de Puigdemont. No se asusten, no es que tuviera un interés en mejorar la calidad política del país, cuánto más alejado de la realidad, sino que toda esta retórica era necesaria para retorcer la actualidad y llegar a lo que le interesa, que no es otra cosa que argumentar que los cinco días de Pedro Sánchez para decidir su futuro solo ha sido un movimiento del presidente del Gobierno para «parar el voto independentista en Cataluña».
Tremendo. Ahora todo vuelve a girar en torno a sus intereses. No quiere que la lupa se mueva de su negociado y está preocupado por el daño que el PSOE de Illa le haga en las urnas. La cartera de los votos sí que no se toca.