La Cúpula de Hierro es, desde hace más de una década, una de las líneas de defensa con mayor eficacia del mundo. Pero incluso las fortificaciones más robustas presentan sus grietas. De hecho, Israel se consideraba hasta hace un año un Estado (casi) impenetrable. Y, aún así, finalmente ocurrió: el grupo terrorista Hamás logró burlar su escudo con el lanzamiento de cerca de 5.000 cohetes desde la Franja de Gaza.
Fue un ataque sin precedentes, pero el movimiento islamista no ha sido el único en invadir el cielo hebreo. Desde aquel fatídico 7 de octubre, han sido miles los misiles enviados al territorio desde distintos puntos de Oriente Próximo y todos ellos han tenido un nexo común: Irán. De hecho, el régimen persa fue el último en poner sobre aviso a su histórico enemigo, tras el lanzamiento de cerca de 200 proyectiles que han terminado de incendiar una región enquistada en una misma disputa desde hace décadas.
El fuego llevaba años propagándose tras la creación en 1948 de Israel como Estado, aunque, ya se sabe, las rencillas entre judíos y árabes son más antiguas. Aun así, el capítulo de conflictos parecía cerrado hasta que Hamás lanzó una lluvia de misiles sobre diversas ciudades, Tel Aviv entre ellas, mientras un millar de milicianos irrumpían en el territorio, perpetrando la mayor matanza desde el holocausto.
Oriente Próximo, en llamas - Foto: Oficina del Primer MinistroUnas 1.200 personas, la inmensa mayoría civiles, fueron asesinadas en una operación que arrasó con las comunidades israelíes próximas, sembrando el caos en un festival de música y dejando un reguero de víctimas sometidas a todo tipo de torturas. De los supervivientes, al menos 251 fueron llevados como rehenes a Gaza en uno de los mayores secuestros jamás ocurridos.
Fue solo cuestión de días y el Ejército de Benjamin Netanyahu irrumpió en el enclave, epicentro desde entonces de unas hostilidades que se traducen en más de 41.700 fallecidos, unos 100.000 heridos y casi dos millones de desplazados -el 90 por ciento de la población-. En paralelo, la violencia también alcanzó un nivel sin precedentes en el territorio de Cisjordania, que acumula más de 700 muertos en estos 12 meses.
En este tiempo de horror y persecución, ha habido ciertos momentos de optimismo con la llegada de los cargamentos de ayuda, si bien el mayor rayo de esperanza se vislumbró a finales de noviembre, gracias a una tregua de siete días que, pese a los esfuerzos de los líderes internacional, no se ha vuelto a repetir.
Oriente Próximo, en llamas - Foto: Mohammed SalemCiudades como Rafa o Jan Yunis estuvieron en algún momento en el punto de mira de las tropas de Netanyahu, que poco a poco fue logrando su objetivo: aplastar a Hamás. Un propósito que habría logrado al completo de no ser por los frentes que se le han ido abriendo.
Un día después del 7 de octubre, Hizbulá lanzó un ataque sobre el Estado judío, lo que ha desencadenado un cruce de fuego en la frontera libanesa que vivió en agosto su primera gran escalada y que se reactivó apenas unas semanas atrás, primero con la explosión de miles de buscas en manos de las milicias, después con una oleada de ataques aéreos sobre diversas ciudades como Beirut, que han dejado casi 2.000 fallecidos, y por último, la prometida incursión terrestre.
No ha sido el único rival al que ha tenido que plantar cara Israel, que también se ha visto obligado a actuar contra los misiles de Siria, las milicias chiitas de Irak o los hutíes del Yemen, esbirros de Irán. Y es que todo gira en torno al régimen persa, líder de la alianza conocida como Eje de la resistencia, de la que también forman parte Hamás e Hizbulá.
Teherán no ha parado de vertir este último año amenazas sobre su histórico enemigo y en abril se llegó a temer una confrontación directa después de que lanzara su primer ataque con misiles y drones contra la Cúpula de Hierro. No obstante, la sed de venganza se dio entonces por saciada y la comunidad internacional pudo respirar ligeramente aliviada, aunque consciente de que una nueva escalada bélica era solo cuestión de tiempo. Finalmente, Irán decidió actuar esta semana por segunda vez con una lluvia de 200 misiles que volvieron a desafiar el cielo israelí. Toda una declaración de intenciones por las que Netanyahu ha jurado represalias.
Las consecuencias están aún por ver, aunque no resulta complicado imaginar los próximos meses en la región. Porque en Oriente Próximo ya ha estallado el polvorín y el mundo contiene el aliento ante el conflicto, que cada día se sigue cobrando la vida de decenas de personas. Mientras, casi un centenar de rehenes siguen anhelando volver a casa.
Unas cúpulas diezmadas
Si bien el ataque del grupo palestino Hamás del pasado 7 de octubre sirvió para demostrar que Israel no es inquebrantable, el Estado judío ha demostrado al mundo durante estos 12 meses su capacidad no solo de recomponerse, sino también de sacar provecho de las situaciones adversas. Y es que, pese al golpe inicial que supuso el atentado de la milicia palestina, el Ejército de Benjamin Netanyahu ha aprovechado la movilización de sus enemigos, muchos de ellos en busca y captura desde hace años, para ponerlos en jaque.
Ya lo demostró a finales de julio, cuando se produjo el mayor golpe a la cúpula de Hamás con la muerte de su máximo líder, Ismail Haniye. El presidente del buró político del movimiento armado, perteneciente al ala más moderada del grupo, perdió la vida en un ataque en Teherán mientras se encontraba de visita oficial en Irán, en una operación que rápidamente fue atribuida a Tel Aviv. Si bien las autoridades hebreas nunca han llegado a confirmar ni desmentir su autoría, su implicación se ha dado siempre por hecho, y más aún teniendo en cuenta que Israel suele guardar siempre silencio en torno a este tipo de sucesos.
Otro de los golpes más potentes de las fuerzas judías tuvo lugar apenas una semana atrás, aunque en esta ocasión su objetivo fue el líder de Hizbulá, Hasán Nasrala. El jefe del movimiento chiita murió a finales del mes pasado bajo una oleada de bombardeos sobre uno de los cuarteles de la milicia a las afueras de Beirut, como colofón de meses de enfrentamientos en la frontera con el Líbano que han permitido al primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu, dejar a Hizbulá prácticamente liquidado en apenas unos meses.
A Haniye y Nasrala, dos de las piezas más importantes de este tablero de juego, se han unido además decenas de líderes de distintas organización terroristas, como el responsable del ala militar de Hamás en Gaza, Mohamed Deif, o el jefe castrense del grupo libanés, Fuad Shukr.
Quien podría ser ahora el gran objetivo de Israel es el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, en medio de una nueva oleada de amenazas entre Tel Aviv y Teherán. La República Islámica ya tuvo una de sus mayores pérdidas este mismo año, cuando el presidente del país, Ebrahim Raisi, murió a mediados de mayo en un accidente de helicóptero, junto al ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian.