Tengo algunos compañeros ejemplares, que arrostran impasibles las acusaciones de actuar a favor de la 'fachosfera' o, en el otro extremo, de instalarse en el 'pesebrismo', y siguen la máxima implacable de lord Northcliffe, en teoría vigente desde comienzos del siglo XX, según la cual 'noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique; lo demás es publicidad'. Fueron esos periodistas ejemplares los que descubrieron y publicaron, como era su obligación, los 'negocios monclovitas' de la mujer del presidente Sánchez. Y fue una compañera la única persona que, al parecer, se dio cuenta de que en el Congreso de los Diputados se había votado una enmienda, con la aquiescencia del PP y de Vox, que permitía una sensible reducción de penas a algunos de los etarras cuyos crímenes nos helaron la sangre.
Y, por cierto, han sido los periodistas quienes denunciaron que, desde el atril de La Moncloa, la ministra portavoz, Pilar Alegría, soltó este martes con toda naturalidad una serie de bulos sobre los dos temas candentes, precisamente el auto sobre doña Begoña Gómez y el alivio de penas a los etarras más 'famosos', vamos a llamarlos así, aunque hay otros calificativos, claro.
Escucho a mi admirado Carlos Alsina decir que los periodistas españoles parecen más avispados a la hora de denunciar las mentiras de Trump que las del Gobierno español. No estoy de acuerdo, y los ejemplos que pongo más arriba vienen a demostrarlo, con cuantas excepciones se quiera y siempre teniendo en cuenta que los medios tienen perfecto derecho a mantener una línea editorial de apoyo o de ataque al Gobierno, como a la oposición, aunque, la verdad, se hace difícil respaldar al cien por cien lo que hacen y no hacen unos y otros.
Y, hablando de la flojera que aqueja a esta oposición -no es un calificativo mío-, los periódicos, casi todos, venían este miércoles atestados de críticas al Partido Popular por haber dejado pasar, negligentemente, la famosa enmienda de la atenuación de penas a los etarras. Así que yo diría que hoy los medios son la oposición, y también la oposición a la oposición. La última salvaguarda, aunque con claroscuros evidentes, incluso corporativos, de una democracia que el inquilino de La Moncloa, donde se lanzan bulos sin recato, dice querer regenerar. No, no se pueden apoyar desde nuestros órganos representativos unos planes regeneracionistas de quien primero habría de regenerarse a sí mismo.
Sí, admito que en el Ejecutivo, con todos sus graves fallos institucionales e incluso de funcionamiento, hay cosas que se hacen bien. Y que tal vez, cuando hace casi década y media que ETA desapareció de hecho, hubiese sido ajustado a derecho computar a los terroristas el tiempo pasado en prisiones extranjeras a la hora de acortar el cumplimiento de sus penas, tras años malgastando, por su fanatismo y crueldad, su juventud en la cárcel. Digo 'Tal vez', aunque entiendo que este pensamiento repugne a las asociaciones de víctimas -y a mí mismo, lo confieso-. Pero puede que así sea la ley. Y así debería, si hubiese seguido esa línea de transparencia de la que tal falsamente alardea, haberlo dicho el Gobierno: explicar a los españoles las cosas como son, de frente, exponiéndose al rechazo social.
Gobernar es eso. Y hacer oposición es vigilar atentamente cada paso que da un Gobierno calificado de tramposo: cómo alejar de nosotros la sospecha de que desde La Moncloa se intentó 'colar', aprovechando los despistes de la oposición, una enmienda que respondiese a las exigencias del 'socio' Bildu, o sea, de Otegi. Como se ha tenido que plegar Sánchez, en aras de mantener una mayoría confortable en el Congreso y poder seguir gobernando, a otras exigencias, presumiblemente inconstitucionales, del prófugo (forajido, según la RAE) Puigdemont, y también de Esquerra Republicana de Catalunya. Y nada se nos dice de los contactos del 'número tres' del PSOE, en algún lugar de Suiza, con el bi-fugado. ¿Nos merecemos tantos silencios, tantas 'fake news', encima envueltas en ataques a los 'tabloides'?
Claro, todo esto es sin duda grave, y hablo del Gobierno. Pero la oposición habría de mostrar menos 'negligencia in vigilando', cuando sus diputados mientras se la 'colaban' de pleno: tendrían que haber hecho la denuncia aquel día, víspera de la estampida para salir de vacaciones. No se enteraron, y tampoco, por cierto, la mayoría de nosotros, hasta que llegó esa magnífica profesional que es Itziar Reyero, para publicar lo que había de publicarse: ella salvó el honor de todos los medios, cuando no ha habido uno solo de esos diputados 'culiparlantes' que haya salvado el honor de una Cámara 'despistada y despistante', que este miércoles parecía como avergonzada, al afrontar, por cierto, un debate tan importante como el dedicado a la inmigración.
Pienso que no se puede ir más allá, aunque temo que se irá. El Gobierno ha de dar la cara, explicando qué es lo que, a su juicio, conviene al país, aunque a veces no coincida con lo que la sociedad piensa o, mejor, siente. Inaceptable mentir, o deformar la realidad, desde la sala de prensa del Consejo de Ministros: una portavoz gubernamental así no debería seguir en el cargo, pero a ver quién es el guapo que se lo dice. Y el responsable del grupo parlamentario Popular -de Vox y demás ya ni digo nada- debería haber dimitido automáticamente -y a ver quién es el guapo que se lo dice- tras lo ocurrido: puede que no sea el culpable directo, pero ha perdido nuestra confianza, la de los votantes y cotizantes al Fisco. Y ya mejor ni hablamos del espectáculo que vivimos con todo un Consejo de Ministros actuando como 'fans' del presidente en el 'affaire', quizá no ilegal, pero sí antiético y antiestético, de su mujer.
Pensaba en todo esto viendo, desde el puente, -no pude hacerlo presencialmente- el debate, que se hizo algo bochornoso, en la Cámara Baja sobre una cuestión fundamental, que va más allá de las triquiñuelas y negligencias que jalonan nuestra vida parlamentaria habitual: qué hacer con los inmigrantes que, casi a ciertos cada día, llegan, o lo intentan, a nuestras costas, y muchos acaban alfombrando el fondo de los mares. No sé si, en su entrevista de este viernes con el Papa, Pedro Sánchez tratará esta cuestión -que a Francisco tanto le angustia, y con razón- en serio, más en serio, desde luego, que en sede parlamentaria, donde todo se va en reproches a la oposición (y, desde luego, viceversa: los inmigrantes son lo que menos importa). Los españoles merecemos un Gobierno que nos diga la verdad, una oposición que actúe como tal, unos medios que hagan suya siempre la definición de Lord Northcliffe y una sociedad civil más exigente con la vigilancia de nuestra Constitución y de nuestra democracia.