El 2 de junio de 2014 los españoles se pegaron al televisor para asistir a un hecho histórico: el anuncio del rey Juan Carlos de su abdicación tras casi 40 años de reinado y el traspaso de la Corona a su hijo Felipe VI. Ocho de cada 10 personas que aquel lunes estaban viendo la televisión sintonizaron con alguno de los 22 canales que simultáneamente emitían el adiós del monarca que trajo la democracia a España.
Hoy domingo se cumplen 10 años de aquella jornada inolvidable, un aniversario que Juan Carlos I pasará en su exilio árabe de Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos), donde permanece desde hace casi cuatro años sin visos de que vaya a regresar definitivamente a España a corto o medio plazo.
Una década después de renunciar al trono, don Juan Carlos ha dejado de representar a la Corona y de participar en actos públicos, no tiene asignación del Estado y su hijo ha renunciado a su herencia.
El anterior Jefe del Estado, de 86 años, sigue siendo miembro de la Familia Real y conserva el título de rey con carácter vitalicio.
Por este motivo, el nuevo jefe de la Casa del Rey, Camilo Villarino, en el cargo desde el pasado 20 de febrero, le telefoneó hace unas semanas en una llamada de cortesía que don Juan Carlos consideró como un gesto «positivo».
A pesar de este contacto, no se contempla su rehabilitación institucional y no se prevé que asista a los actos con los que se conmemorará el décimo aniversario del Reinado de Felipe VI el 19 de junio, como tampoco estuvo en los de la jura de la Constitución de la princesa Leonor el pasado 31 de octubre.
El emérito asume que mientras que el socialista Pedro Sánchez continúe en el Palacio de la Moncloa, «no se va a regularizar su situación» y seguirá con su residencia fuera de España, apuntan fuentes de su entorno. «Es una carrera a ver quién aguanta más», añade una de las personas que le ha visitado en su residencia de Abu Dabi para describir el veto que le impone el actual Gobierno.
Personas cercanas a él afirman que lo que «más le duele» de haber fijado su residencia en el país árabe es tener escaso contacto con la princesa Leonor, su nieta y heredera al trono.
Su último encuentro fue en la celebración privada familiar por su 18 cumpleaños en el Palacio de El Pardo, en la que, la cadete Borbón Ortiz, le saludó con un «a la orden, mi majestad».
También le apena que no tenga una relación normal con su hijo, con quien parece que la interlocución es escasa debido a la situación institucional, apuntan estas mismas fuentes, aunque en los últimos tiempos ya se aprecia una mayor cercanía entre ambos.
Impulsor de la democracia
Una de las figuras de la Transición que trató en numerosas ocasiones con don Juan Carlos señala que «está dolido, y con la edad eso se magnifica». «Él cree que no se le valora lo que ha hecho en su trayectoria como rey», alega para justificar cómo se siente el que fue monarca durante 39 años.
En todo caso, a nadie se le oculta que el emérito es una de las figuras más apreciadas por los ciudadanos por su decidido protagonismo en la Transición -el afianzamiento democrático de nuestro país no se puede entender sin él- su actuación destacada en la resolución pacífica del intento de golpe de Estado en 1981 y también su relevante papel en la política exterior española.
Desde su marcha a Abu Dabi en agosto de 2020, Juan Carlos I ha hecho una decena de visitas a España, lo que ha contribuido a normalizar sus apariciones para asistir a las regatas de Sanxenxo (Pontevedra) y a eventos familiares.
Como comunicó a su hijo en marzo de 2022 cuando la Fiscalía archivó su investigación sobre el emérito, su plan pasa por seguir manteniendo su residencia en el extranjero, al menos de momento.
Uno de los colaboradores que tuvo en la recta final de su reinado da por hecho que por ahora no tiene en sus planes regresar a España porque «no le interesa fiscalmente», puesto que le obligaría a informar a Hacienda de su patrimonio y de las donaciones que recibe de sus amistades.
Al tener cerradas las puertas de la Zarzuela, en la que fue su residencia durante un periodo de casi 60 años, el emérito ha decidido no pernoctar en la capital de España.
Según una de las personas que mantiene contacto periódico con él, se alojó en «un sitio muy discreto» de la provincia de Segovia el pasado mes de abril cuando vino a la capital el primer fin de semana de abril para asistir a la boda del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y, dos días después, al funeral de su sobrino Fernando Gómez Acebo.
Su próximo viaje a España está previsto entre el 11 y el 16 de este mes con motivo de la celebración de nuevas regatas en Sanxenxo, en puertas de que se cumplan 10 años de la ceremonia en el Palacio Real de Madrid en la que estampó la firma de su renuncia al trono.
En sus dos últimas visitas, no ha podido navegar con el Bribón, pero confía en hacerlo en las siguientes pruebas de este año.
En su residencia árabe, tiene gimnasio y todos los días dedica dos horas a hacer diferentes ejercicios, lo que le mantiene entretenido y le ayuda a estar activo.
Aunque sus problemas de movilidad persisten, sus amigos coinciden en que «físicamente está bien, sobre todo de mente». «Le cuesta moverse, pero no se rinde. Es como Rafa Nadal, morirá con las botas puestas», describen.