Silvia Garrote

JALÓN POR LA VEGA

Silvia Garrote

Periodista


Lo vital

30/09/2023

Porque tendemos a idealizar nuestros años de juventud, por nuestra frágil memoria, nuestra insoportable levedad o por lo que sea, pensamos a menudo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y, en muchas ocasiones, ese pasado solo fue anterior, como diría la gran Concostrina. Recuerdo a mi abuela espantada por los casos que escuchaba en las noticias y que siempre remataba con lo de que aquello antes no pasaba. Y pasar, pasaba, solo que no se sabía, o si se sabía, se escondía debajo de la alfombra. Ha habido siempre, en ciudades y más aún en pueblos donde todo el mundo conocía el percal, incestos, adulterios, violaciones, abusos de todo tipo, robos, homofobia, asesinatos y demás delitos que, muchas veces se ocultaban bajo paraguas dialécticos, o de otro tipo, pero no dejaban de ser secretos a voces. Y uno de estos delitos continuados, casi sistémicos, era el de los malos tratos a las mujeres. Físicos, psicológicos, económicos, laborales, sociales… todo tipo de degradaciones perpetradas en el sagrado ámbito familiar que se conocían y se acallaban y se soportaban, en muchas ocasiones, durante décadas. Aquella situación de barbarie cotidiana no tiene ningún tipo de justificación, salvo la de vivir en una sociedad atrasada, inculta, manifiestamente machista, fruto mucho de ello del retraso en el que este país se vio inmerso tras una guerra civil y cuarenta años de dictadura. 
Las cosas han cambiado, y mucho; tanto, que ya las manifestaciones y actos machistas de señores que se han quedado anclados en un pasado casposo son ampliamente contestadas y denunciadas. Todo ello no significa que no quede un largo camino hacia la igualdad que haría de esta sociedad un lugar más justo, seguro y avanzado. Pero a ese largo camino hay que construirle un cortafuegos de la manera más rápida para evitar que mueran más mujeres por la violencia machista; para intentar cortar esta racha macabra de una mujer asesinada cada cuatro días. Los casos registrados este año hasta la fecha superan a los de años completos anteriores. Juristas, personal del ámbito sanitario y social están completamente alarmados por esta escalada que no cesa y que ha supuesto 48 vidas segadas solo en 2023. Y alertan del bajo porcentaje de denuncias y del silencio cómplice del entorno de las víctimas, además de la falta de recursos para detectar casos desde la sanidad y la precariedad en la que viven muchas mujeres, que tienen que cohabitar con su maltratador ante la falta de una solución habitacional. 
Todo suma, pero lo urgente, desde todos los ámbitos posibles de actuación es evitar las muertes. Se puede mantener un debate sereno sobre los peligros manifiestos del acceso de los jóvenes a la pornografía que distorsionan la idea sobre la sexualidad libre y el respeto a los demás, de por qué algunas personas ven tan difusos los límites del consentimiento, de por qué la politización de todos los temas que nos afectan está también desviando la atención sobre la violencia machista, que es absolutamente innegable. Se puede hablar de qué está fallando en la educación y en el sistema para que en una sociedad avanzada como la nuestra se perpetúen actitudes machistas entre los más jóvenes que desembocan en terribles casos de abusos sexuales y malos tratos. Se puede hablar, finalmente, de por qué el gran avance del movimiento feminista se encuentra con muros de incomprensión y rechazo que no hay forma de derribar. Se puede hablar de muchas cosas, tratar de encontrar soluciones, sentar las bases de una sociedad más igualitaria y justa, pero ahora mismo hay que parar la sangría de los asesinatos a mujeres por el hecho de serlo y esa es una tarea que nos afecta a todos y todas, a las personas que somos entorno o podríamos serlo de mujeres en riesgo, a las instituciones, a los cuerpos y fuerzas de seguridad, a sanitarios y juristas. Es vital.