No conviene perder nunca de vista el factor humano. Sin embargo, parece que el PSOE lo perdió con el humano que hoy más le trae de cabeza: José Luis Ábalos. Según parece, el origen de los supuestos malos pasos en los que presuntamente anduvo el político valenciano cuando era ministro de Fomento, no pertenecería tanto a la esfera del gusto por el latrocinio puro y duro, del tipo de aquél su paisano del PP que se confesó "yonqui del dinero", como a la del factor humano, esto es, a las circunstancias de su vida personal, que algunos compañeros de partido describieron como algo caótica, y otros como caótica en grado sumo.
Nunca se explicó el por qué de su descenso de los cielos políticos a los ínferos de la expulsión de ellos como apestado. El caso Koldo, su inquietante sombra, explica la segunda parte de la historia, la de su apartamiento del grupo parlamentario socialista y su destierro al limbo del grupo mixto, pero no la primera parte, la que concierne a su destitución como ministro, que se llevó litúrgicamente a efecto, por cierto, sin que nadie acudiera al acto de devolución de la cartera. Tampoco se supo, porque los que lo sabían no lo contaron, la razón por la que, tras ser defenestrado, se le hizo no obstante un hueco en la lista electoral por la que, al cabo, conservaría su condición de diputado, bien que raso.
La movida de Ábalos quedó sin explicar pese a ser políticamente tan llamativa, si es que no sospechosa, pero el origen de ella podría explicarla perfectamente el factor humano. Por desgracia, un artículo no es una novela y no puede uno explayarse ni fiar en la ficción la indagación de la realidad, pero, así y todo, en la vida del personaje, que algunos describen como algo desordenada y otros como bastante, como si el común de los mortales pudiera presumir de tenerla bien ordenada, pudiera estar la clave de su actual situación y de aquella en la que ha dejado a su partido. Todo ese lío de asistentes conseguidores, empresarios insaciables revoloteando en torno, amiga a la cuarta pregunta que se instala por la patilla en un piso cuqui de la Torre Madrid, o de chalet con piano, puede, seguramente, acabar empapelándole. Si eso sucede, al tribunal empapelador le importará un ardite, pese a ser tan importante, el factor humano.