Excepto los primeros 45 minutos del choque ante Países Bajos y algún fugaz arreón fruto de la necesidad, Inglaterra, el rival de España en la final de la Eurocopa, presenta muchas más dudas que certezas, con una propuesta carente de identidad, insulsa, aburrida y con un técnico, Gareth Southgate, envuelto en una madeja de líos que no ha resuelto hasta casi el final, sobre la bocina, y en los prolegómenos de una cita histórica para su país.
Sin títulos desde el Mundial de 1966 y con el recuerdo de la dolorosa derrota de hace tres años en la final de la anterior edición, el combinado británico tendrá una presión enorme para superar a un rival que luce orgulloso en sus vitrinas tres Eurocopas (1964, 2008 y 2012). Esos títulos, más el Mundial 2010, suman un total de cuatro grandes trofeos para la Roja por el único que han celebrado los 'pross'.
Los hombres de Luis de la Fuente practican el mejor fútbol del torneo, pocos les esperaban en la final antes de que el balón echara a rodar y han vivido en una balsa de aceite victoria tras victoria hasta Berlín. Todo lo contrario que los 'Three Lions'. Su camino has sido tortuoso, con mucho ruido, con algunas polémicas y, sobre todo, con un fútbol ramplón que generó una gran cantidad de críticas en su siempre fogoso entorno en el que aficionados y medios, con sus opinadores, marcan el paso.
Y es que las dudas de Inglaterra son muchas y las certezas, pocas. La lista de las primeras es larga y comenzaron desde el primer minuto, antes de la puesta en escena, con unas declaraciones de Southgate fuera de lugar: «Si no ganamos la Eurocopa, probablemente no siga».
Con el debate y el ruido que generaron sus palabras, Inglaterra abrió ante Serbia el torneo para dejar algunas de las sombras que posteriormente sobresaldrían con más claridad. En aquella ocasión, el gol de cabeza de Jude Bellingham escondió la verdad sobre el mal juego del equipo de Southgate.
En los dos siguientes partidos, nadie pudo disfrazar esa realidad tras empatar con Dinamarca (1-1) y Eslovenia (0-0). La imagen del rival de España fue pésima y ni Bellingham pudo esconder las carencias de un conjunto plano, previsible y en un laberinto sin aparente salida. Y parte de culpa la tuvo el técnico, que tomó alguna decisión controvertida como colocar a un lateral derecho (Trent Alexander-Arnold) como organizador, o dejar en el banquillo a uno de sus pocos agitadores: Cole Palmer.
Por no hablar de la convocatoria del lesionado Luke Shaw. No apareció hasta los últimos minutos de los cuartos y no tenía sustituto porque Southgate no quiso. Kieran Trippier, lateral derecho, jugó en una posición antinatural hasta las semifinales. Pero, además, las estrellas tampoco han funcionado: Saka, Foden, Bellingham o Kane, andan casi desaparecidos.