Tras 20 años ausente de la gran pantalla, regresa al mundo del cine, con la elegancia que le caracteriza, el veterano director Jaime Chávarri, al que le debemos clásicos del cine español como Las bicicletas son para el verano o El desencanto. Desde el 1 de septiembre puede contemplarse La manzana de oro.
¿Por qué ha decidido volver después de casi dos décadas? ¿Qué le atrajo de la obra literaria de Fernando Aramburu, Ávidas pretensiones?
Siempre estuve interesado en hacer una película sobre la gente que escribe, y esta película, curiosamente, cierra de manera involuntaria una trilogía que empecé con El desencanto y A un Dios desconocido, porque las tres van sobre poetas. Si volvía al cine era para hacer una película que me atrajese, que tuviera un tono diferente. Y La manzana de oro es una comedia que, al mismo tiempo, trata temas que me interesan.
¿Qué temas quería abordar?
Asuntos alrededor del mundo de arte. Sobre el artista que se ha destruido a sí mismo, el ambicioso (en este caso es una mujer), el que nunca va a tener talento, el que no sabes si lo tiene o no… Es decir, una serie de circunstancias que le ocurren a la persona que escribe o compone música, pero que, en el fondo, sabe que el problema verdadero no es que le digan que una obra está bien, sino saber que ha conseguido provocar la emoción en el otro. Que es la metáfora del árbol incendiado, que ilustra los aspectos visibles e invisibles de nuestra existencia.
La acción de la película transcurre durante un congreso poético donde hay duelo de egos, celos, envidias. ¿Cree que en ese mundillo literario la gente es más vanidosa que en otros ámbitos artísticos?
Yo creo que todo eso ocurre en el mundo del arte y fuera de él. Pero, por otro lado, me gustaba centrarlo en el mundo de la poesía porque es el único medio en el que no hay dinero. Nadie piensa que por escribir poesía se va a hacer millonario, y eso crea un ambiente de crudeza en las relaciones entre ellos que quizás no ocurre en otros ámbitos, porque aquí la diplomacia es innecesaria, no hace falta quedar bien, porque solo están ellos, su trabajo y sus relaciones.
Por cierto que ha reunido un reparto coral lleno de «acentos».
Eso es lo que me gusta, esa mezcla: Subiés, como su personaje, es de Tudela, Marta Nieto de Murcia, la que interpreta a la monja, es gallega, etc…
Creo que se delatan por su manera de hablar. En el caso de Sergi López, la humanidad que transmite se palpa dentro y fuera de la pantalla.
Reconozco que el que me hace más gracia es Dámaso. ¿Cómo nace?
Ese personaje no está en la obra literaria, está escrito para el actor.
¿Cree que es su última película o, como Clint Eastwood, un director de cine no se jubila nunca?
No lo sé, lo que tengo es mucha tranquilidad. No me importaría que fuera la última porque es una película bonita sobre el mundo del artista.