La partida de guiñote, cita ineludible en Soria

Ana P. Latorre
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Es un pasatiempo tradicional que no está enganchando a la juventud, según comentan los vecinos de Ontalvilla de Almazán, a los que visitamos momentos antes de comenzar el campeonato de la Semana Cultural

La partida de guiñote, cita ineludible en Soria - Foto: SERGIO_DE_MIGUEL Sergio de Miguel Asensio

La partida de guioñote, tute, mus, brisca, cinquillo, rabino, burro... reúne a cientos de sorianos en los bares después de comer con la intención de pasarlo bien. Más que un juego es un pasatiempo y un motivo para reunirse con amigos y vecinos, por lo que ganan todos los participantes. Sin embargo, lo que ha sido un entretenimiento para muchas generaciones, hoy en día está perdiendo adeptos entre los jóvenes, según confirman los vecinos de Ontalvilla de Almazán mientras echan la partida.

Una tarde de agosto en el bar de la localidad, que regentan desde hace cuatro años Carmen Hernández y José Rodríguez y que funciona desde 1980, dos mesas tienen sus tapetes y sus jugadores están inmersos en una tanda de guiñote, que les sirve de «entrenamiento» porque después participarán en el Campeonato de Guiñote, dentro de la Semana Cultural.

En el pueblo viven unas 20 personas y, aunque en invierno no acuden a la partida porque «no salen los números», en verano cuando la población se triplica es habitual juntarse para jugar a las cartas. Hasta hace unos cinco años acudían también las señoras mayores a jugar a la brisca y al cinquillo, pero «ahora se suele jugar sobre todo al guiñote y algo al mus».  El alcalde, Jacinto Cacho, reconoce que «es la única distracción que hay» y que siempre ha sido una costumbre jugar en el bar y entre las propias familias, en casa.

 Puri reconoce que acude cada día en verano, Semana Santa, Navidades, puentes... para «ver a la gente», ya que no le van mucho las cartas; mientras que su pareja de juego, Celia, asegura -intentando «no perderse» en el juego- que ellos mantienen esta tradición y que también se juega en las casas, como siempre. Tras el recuento de puntos y las bromas de que Marcelo «se lo toma muy en serio» y «le gusta ganar», éste nos dice que le gusta la partida porque es un pasatiempo; mientras que Antonio recuerda lo mucho que se ha jugado a las cartas en su familia, al guiñote, a la brisca, al julepe... Finalmente, a ellos les faltan seis para ganar y lo consiguen. Vuelven a barajar y repartir y pasamos a la otra mesa para hablar con otros jugadores.

Estas dos parejas, como las anteriores, también se han apuntado al campeonato. Aseguran que son habituales. «Claro, ¿qué vamos a hacer?», indican. Así que acuden sobre todo en verano y los fines de semana, tanto después de comer como por la noche, dice Anuncia, a quien le supone «relajación, entretenimiento y de todo». Miguel Ángel coincide con los demás en que es una tradición que han heredado de sus abuelos y bisabuelos, de aquella época en la que no había otro entretenimiento, ni móviles, ni pantallas...

RELACIÓN SOCIAL

Para Jesús, la partida en el bar, sobre todo este último, es lo que da vida al pueblo porque promueve «la relación social». «Donde no hay ni iglesia ni bar se acabó el pueblo», insiste. Ellos se juegan la consumición, concretamente «un cubata». Y «veinte en copas», cantan mientras conversan entre ellos y con este medio. Esta mesa la ocupan los Moreno, curiosamente, son todos familia. Benito, por último, coincide con los demás en que en este pueblo se juega más a las cartas que en otros de alrededor. «Yo estoy todo el día metido aquí, por lo que el bar es todo», bromea. Acude por la mañana a tomar café, después una cerveza, por la tarde regresa a la partida...

«La gente joven no juega tanto a las cartas», lamentan, a no ser que sean campeonatos. Ellos no quedan por el móvil, acuden sin más y se encuentran con los demás, hasta que se forman las parejas para poder jugar la partidilla. Pocos han ganado el campeonato de guiñote, pero esa tarde lo intentarán. Ya han entrenado antes.

La televisión está encendida, pero no se le hace caso «para no despistarnos». «Y no se habla de política, que si no se discute, ni tampoco de temas del pueblo, que pasa lo mismo», indican los Moreno. También ha acudido al bar, aunque ya no juega la partida, Isidro, con su cuidadora. «Tener el bar es la única forma de pasar el rato», comenta. Inmaculada, que reconoce que no le gustan para nada las cartas, nos muestra la programación de la Semana Cultural. Hay, por ahora, siete parejas apuntadas a la competición.

UN BAR CON DEMANDA

Además de la partida, la gastronomía atrae a numerosos vecinos y visitantes al bar de Carmen y José. Las comidas son por encargo y sus especialidades es la paella, asados de cordero y cochinillo. Como él es asturiano, preparan fabada y alguna mariscada, además del menú. Hay familias que encargan y la asociación de vecinos, pero también grupos grandes de cazadores. Es uno de esos bares de pueblo con un encanto especial, que reúne a vecinos de todas las edades. El pueblo triplica ahora su población, porque la Semana Cultural es una ocasión especial, con taller de crochet, caminata, frontenis, conciertos, gaiteros, barbacoas... En el espléndido polideportivo hay hinchables y una exposición de Rafael Polo. Detrás están las obras de la pista de pádel y se construirá la piscina después. El alcalde, Jacinto Cacho, ha realizado numerosas mejoras y prepara una iniciativa especial para ir a misa.