Insólito, pero indiscutible: en España, las elecciones europeas tienen de protagonista a la mujer del presidente del Gobierno. Begoña Gómez ha condicionado la precampaña y la campaña, y condicionará el resultado de las urnas.
Pedro Sánchez, acorralado ante los indicios de corrupción de su mujer, que ha llevado al titular del juzgado número 41 de Madrid a investigar a Gómez, a imputar a Gómez, ha tenido la inteligencia de dar un giro a la campaña utilizando la vieja fórmula de que la mejor defensa es un ataque. Por tierra, mar y aire, tanto él mismo como los dirigentes del PSOE, los miembros de su Gobierno y dirigentes de instituciones del Estado que le deben el cargo, se han puesto a la tarea no solo de defender las actuaciones de Begoña Gómez aunque los indicios la presentan como una mujer que no pone límites para hacer negocios sino que la ven como víctima de una campaña impúdica en la que participan jueces -sobre todo Juan Carlos Peinado-, fiscales, medios de comunicación y los dos grandes partidos de la oposición, PP y Vox. Para Sánchez y sus compañeros socialistas, dos partidos que van de la mano para derrotar al PSOE, dos partidos, dicen los sanchistas, que no respetan el Estado de Derecho.
Es la respuesta que dan a un PP, y sobre todo su presidente Núñez Feijóo, que no hay día en el que no acuse al PSOE de despreciar al Estado de Derecho. Con argumentos que pueden no convencer a los sanchistas, pero se basan en datos incuestionables: no aceptan las decisiones de los jueces que no les son favorables, presionan a esos togados díscolos a través de la Fiscalía, utilizan los medios de comunicación afines para arremeter contra magistrados supuestamente afines al PP o incluso a Vox, y silencian o llevan a segundo o tercer lugar las informaciones que perjudican al Ejecutivo. Sobre todo las relacionadas con las actividades de la mujer del presidente.
El futuro de ambos líderes
Esta estrategia de Sánchez, una llamada a rebato a las huestes sanchistas para que demuestren su defensa a ultranza de Begoña Gómez, ataque inmisericorde al PP y presentación del matrimonio presidencial como víctimas de un contubernio en el que unen todos los adversarios políticos y sociales del PSOE actual -hay que poner el acento en lo de actual, porque miembros destacados del PSOE de Felipe González y Zapatero se han alineado con los críticos a Sánchez- ha provocado inquietud en el PP.
Feijóo es consciente de que a pesar de los éxitos electorales últimos, los líderes políticos se juegan su futuro en cada convocatoria a las urnas, y teme no cumplir las expectativas puestas en él para el 9-J con esta estrategia victimista del sanchismo.
Votantes socialistas que se movían en la duda hace apenas un mes porque creían sinceramente que Pedro Sánchez había roto con los valores de la izquierda para mantenerse en el poder, han sido sensibles a la situación personal, vital, de Pedro Sánchez y Begoña Gómez y empiezan a asumir que efectivamente podrían estar siendo víctimas de una campaña para acabar con Sánchez y llevar a Feijóo a La Moncloa. Que es lo que pretendía Sánchez con su política de que la mejor defensa es un buen ataque.
Sin embargo son incuestionables las informaciones que presentan a Begoña Gómez como una mujer insaciable en ampliar su influencia y sus ingresos en el mundo de los negocios, y que ha abierto puertas a conseguidores muy conocidos que se han aprovechado de su relación con la mujer del presidente. Sobre todo cuando la pandemia obligaba a los gobiernos autonómicos a buscar contactos internacionales para comprar material sanitario. Gómez ha comercializado un software que no era suyo, pero tampoco se le dio excesiva relevancia... hasta que se supo que la Fiscalía Europea abría una investigación sobre las actividades de la esposa del presidente español por si se hubiera producido fraude con el uso de fondos europeos. La reacción de Sánchez fue llevar a Begoña a un mitin en Benalmádena para incidir en la imagen de víctima de la derecha y de jueces no independientes. Y, en vista de los aplausos entusiastas del público -socialistas, evidentemente- al día siguiente Sánchez no llevó a Begoña a un mitin en Cataluña, pero el fondo del escenario recogía la imagen de un primer plano del matrimonio presidencial.
Esto no va de la UE
Mañana por la noche se sabrá si estas maniobras del presidente han sido efectivas. Es consciente de que si no logra un buen resultado en estas elecciones se puede considerar caído. Para que gobierne Illa en Cataluña está obligado a aceptar el referéndum que exigen los independentistas, y si lo asume se situaría fuera de la Constitución. Si no cede, peligra su permanencia en La Moncloa porque perdería los apoyos indispensables de ERC y Junts. Lo más probable es la repetición electoral de las elecciones, pero prefiere no pasar por ese trance.
En la campaña, los candidatos apenas han hablado de los retos de Europa. Saben muy bien que estos comicios se viven en España -y en otros países- en clave nacional, como un plebiscito entre PSOE y PP, entre Sánchez y Feijóo, con otros partidos que ni siquiera interesan excesivamente a los dos dirigentes máximos españoles porque no se juegan el Gobierno, sino el prestigio personal y el de sus partidos.
Al PSOE le importa el resultado de las formaciones de izquierdas, singularmente lo que ocurra con Sumar y Podemos. Asume ya que Yolanda Días es un lastre, ni siquiera ha sido capaz de mantener la unidad en Sumar, y la imagen de la vicepresidenta ha caído en picado. Podemos juega a la contra de Sumar y puede tener más votos de los que se le asignaban en un principio, y pocos dudan que Irene Montero tendrá escaño en el Parlamento Europeo. Una bofetada para Díaz pero también para Sánchez, que no supo valorar a Podemos.
Preocupa menos la aparición de Izquierda Española, un partido de reciente creación capitaneado por el abogado Guillermo Vázquez. Se le dio mucha relevancia hace meses, pero con el tiempo se ha ido diluyendo, aunque en este tramo final de campaña un grupo de personalidades, entre ellos Ovejero, Resines, Frances de Carreras y el hijo de Berlanga, han hecho público su apoyo.
Mejor le puede ir a Se acabó la Fiesta, el partido creado por el analista político Alvise Pérez, un hombre controvertido y que ha tenido algún problema y provocado polémica por la falta de rigor con el que ha difundido noticias que no eran ciertas. Pero se mueve muy bien en las redes sociales y en Vox hay cierta inquietud sobre cómo le puede ir en estas elecciones.
La noche de mañana se despejarán las incógnitas. De todos. De los partidos aventureros con escaso peso pero que creen que la circunscripción única les puede favorecer, y también de los dos grandes rivales, PP y PSOE.
Lo que menos importa a los votantes es qué aportaran unos y otros a la Unión Europea del futuro. Lo que mueve a la mayoría de los electores es participar en la pelea entre Pedro Sánchez y Núñez Feijóo, entre socialistas y populares.
Porque esto no va de Europa, esto es un plebiscito interno.