Productividad y empleo, la base del crecimiento

Carlos Cuesta (SPC)
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Los países desarrollados han resuelto la llamada 'ecuación perfecta' de las economías avanzadas disparando sus niveles de rentabilidad apostando por el talento, la cualificación profesional y las tecnologías más vanguardistas

Productividad y empleo, la base del crecimiento

Los indicadores económicos de productividad y empleo son la base que aseguran el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) de un país. Cada pequeño avance que se hace en la carrera de estos dos parámetros se deja sentir automáticamente en el tejido social, en primer lugar, ya que mejora sustancialmente la calidad de vida de los ciudadanos y, de forma inmediata, en el mundo empresarial, que observa como incrementan también de una manera muy rápida sus volúmenes de fabricación y de facturación y rentabilidad.

Los países más desarrollados del mundo han resuelto la llamada ecuación perfecta de las economías más avanzadas disparando sus niveles de rentabilidad y apostando por el talento, la cualificación profesional y las tecnologías más vanguardistas del mercado.

La productividad es una variable estratégica para conseguir altas tasas de competitividad y de ahí que las economías más aventajadas potencien en mayor medida sus capacidad de inversión, el nivel tecnológico, la formación, el talento y la experiencia de sus trabajadores, y, por tanto, el auténtico algoritmo de crecimiento.

En este sentido, aunque España ha registrado un ritmo de crecimiento del PIB en los últimos años mayor que la media de la eurozona, por el contrario, registra indicadores negativos como una menor productividad o los salarios que están por debajo de la media de los socios comunitarios. Se trata de un fenómeno en el que los economistas aprecian una falta equilibrio y que, según sostienen, en el medio y largo plazo irá en detrimento no solo de la carrera de la competitividad sino que afectará también al potencial de talento y de profesionales cualificados.

En este escenario, la productividad de la economía española acumula un retroceso del 7,3% en lo que va de siglo y un declive del 3,8% entre los ejercicios 2018 y 2023, contrastando con el aumento observado en otros países avanzados que ha sido del 4,6%. 

Esta situación se agrava aún más al compararla con otras potencias comunitarias de características similares, como, por ejemplo, Italia, Francia o Alemania, donde, aunque también ha habido descensos, han sido menos pronunciados y han sabido compensarlos mejorando sus balanzas de pago con productos de mayor valor añadido y logrando mejores beneficios.

La Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (Cepyme) ha advertido sobre el problema de productividad que arrastran las empresas españolas, especialmente las pymes, que se sitúan en niveles similares a los de 2015 y con cifras de un 9,6% más bajas que las anotadas en 2009. 

Según alerta Cepyme, esta disminución se acompaña de un incremento de los costes el pasado año de un 19,3% en comparación con los dos cursos anteriores, especialmente los gastos laborales, que han experimentado un aumento significativo en los últimos años.

Ante esta realidad, la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) de un 56% en los últimos cinco años no ayuda tampoco, según critican las patronales CEOE y Cepyme, a mejorar las tasas de productividad. Y, en este apartado, tampoco la mejora de los márgenes de los últimos años ha supuesto un alivio para el tejido productivo ya que una parte muy importante se ha destinado al pago de los impuestos en un momento económico en el que la presión fiscal se ha disparado, como pone de manifiesto la recaudación del Estado que en 2023 superó los 42.000 millones de euros más que el ejercicio anterior

Calidad

Otro de los factores estratégicos para mejorar tanto la productividad como la calidad del empleo es la tecnología. Cuanto más avanza, mejores ratios de eficiencia y de rentabilidad obtienen las empresas y, por ende, más repercute también en el pago de salarios de operarios cualificados.

 Los economistas defienden que en los mercados más desarrollados del mundo, productividad y empleo van unidos a sistemas tecnológicos vanguardistas basados en una formación de altísimo nivel, muy digitalizados así como a remuneraciones muy competitivas.

En definitiva, los sectores más cualificados y los que mayores tasas de beneficios presentan tanto en el mercado nacional como en el internacional son los que mayor uso hacen de las tecnologías y los profesionales más cualificados.