Una de las perversiones del Sanchismo, la que practica con mayor empeño y contumacia, es la corrupción de las palabras. No la hay mala, al igual que es milagro que corresponda con obra buena. Es la clave para conseguir convertir la peor de las aberraciones en algo asumible primero por su parroquia, ya sin capacidad alguna de respuesta y sumisa a cualquier cosa, incluso las que hasta ayer consideraban una absoluta abyección, en algo no solo digerible sino que al cabo se transforma en maravilla y virtud y luego por la población en general.
La sociedad española, cuyo deterioro -de eso se habla poco también, no hay quien se atreva con ese tabú- es cada vez más palpable, se encuentra cada vez mas inerme ante tal campaña de intoxicación, pues la mayoría de los medios de comunicación masivos han sido los directos responsables de esa degradación y el periodismo papagayo que hoy se practica y se sustenta como fórmula de propaganda y agitación y conversión de mentira en verdad.
Los ejemplos son tan continuos y tan crecientemente obscenos que se han convertido en normalidad. En una atroz y asumida normalidad que indica que la esperanza de revertir tal deriva es cada vez menor.
El mantra de estos días, también lo fue de los pasados y lo será de los venideros es enaltecer y significar las palabras Diálogo y Acuerdo. Que suenan preciosas pero que se aplican, con desvergüenza pornográfica, a lo que es en realidad lo más contrario y perverso: chantaje y extorsión. Un chantaje que se ha buscado y se implora y una extorsión que alegremente y a carcajadas, se paga con fruición y se celebra su consumación con grandes carcajadas, como si de un triunfo fuera. No hace falta sino recordar lo sucedido la semana pasada y que parecido volveremos a contemplar esta que viene.
Triunfo de Sánchez y su banda es en parte cierto que lo es, aunque sea aceptando ser el títere y marioneta de separatistas y bilduetarras. Un triunfo contra todos nosotros puesto que quienes, en dignidad, derechos y dineros, pagamos somos los demás. Es España, nuestra ciudadanía y nuestra Nación quienes se ven saqueados. Ellos, quienes mendigan el chantaje y lo pagan, son al tiempo que los extorsionadores y chantajistas, los otros beneficiarios del botín. Mantienen el poder y exhiben sus prebendas sin el ningún rubor.
Porque esa ya es otra. Se consideran indultados por sus electorados, creen que tienen bula para llevar a cabo cualquier desmán.
Y saben lo peor, temo que tienen sobrada razón para creerlo así.