Marisol, de 37 años, era una exitosa agente inmobiliaria hasta que la crisis económica le dejó sin clientes ni comisiones. Gabriel, de 46, un músico talentoso al que no le faltaba el trabajo hasta que una lesión en la mano le dejó incapaz de tocar la guitarra. Ellos, como Candela, Alejandro, o Amparo son los protagonistas de historias normales, en las que todo va bien… hasta que de repente un día todo se tuerce y ya no hay dinero para pagar el alquiler, para poner la calefacción o, simplemente, para comer.
Si tuvieras que elegir, ¿pagarías la factura de la luz, o la comida? es la pregunta que plantea Cruz Roja en una campaña que invita a ponernos en los zapatos de personas como Candela, de 55 años, que se dedicaba a la hostelería y cuidaba de sus hijas hasta que su pareja murió, lo que la sumió en una depresión que le impidió volver a su puesto.
«Todos y todas, en un momento de nuestra vida, podemos vernos arrastrados hasta una situación indeseada, bien sea por aislamiento social y soledad no deseada, problemas de salud, falta de recursos o preparación para reincorporarnos al mercado laboral», indican desde la institución. Cuando eso pasa, es imprescindible no solo la ayuda de emergencia, sino también la creación de una red de apoyo con la que contar para no estancarse sino avanzar y volver a la situación de normalidad, e incluso, progresar.
Para concienciar sobre esta realidad, Cruz Roja ha puesto en marcha un experimento que invita a ponerse en el lugar de quienes han acudido a esta ONG en busca de ayuda. Y lo hace con una exposición que recoge las historias de estas personas a través de sus zapatos, que esconden una etiqueta con su testimonio de vida. Así se puede conocer, entre otras, la historia de Amparo, de 38 años y natural de León. «Tras finalizar mis estudios universitarios, máster y posgrado de especialización, inicio contratos varios becados por la universidad, sin conseguir abrirme camino en el sector privado». Ante esta situación, Amparo opta por prepararse una oposición. «En un inicio lo puedo realizar gracias a los ahorros familiares, sin embargo, pocos meses después ya no es viable. El ingreso mínimo vital es muy insuficiente para poder cubrir todas las necesidades básicas, y aunque me permite de manera temporal seguir intentando formarme y prepararme para el examen, al final sucumbo».
Tras la exposición, cuatro actores en un escenario cuentan la vida de Herminia, en situación de pobreza energética y cuidadora de su madre, una persona dependiente; de Lairo, un migrante venezolano sin permiso de trabajo; David, un joven que a causa de la falta de recursos perderá a sus amigos, su novia y abandonará sus estudios; y Sara, desahuciada y sin recursos para salir adelante.
Con el actor Sergio Pazos como maestro de ceremonias de esta actividad personificando el ingreso mínimo vital (IMV), el público interactúa con los personajes y conoce una de las ayudas vitales en estas circunstancias. El recorrido finaliza con la emisión del cortometraje de Benito Zambrano Nadie daba un duro, en el que participan la actriz María Galiana y beneficiarios del IMV.
Inclusión activa
Además, para concienciar de la importancia del acompañamiento y los itinerarios de inclusión activa, Cruz Roja pone en marcha un experimento en el que ha convocado a 1.474 personas de Albacete, León, Madrid, Málaga, Murcia y Pontevedra y les ha dividido en dos grupos. Uno de ellos ha recibido un itinerario de inclusión activa, mientras que el grupo de control no ha recibido intervención alguna. Según la técnica de empleo de Cruz Roja, Cristina Álvarez, los resultados de la evaluación muestran la importancia de los itinerarios de inclusión basados en actividades de competencias digitales, habilidades sociales, empoderamiento, etc.
«Los primeros resultados arrojan mejoras del bienestar emocional de las personas participantes y en las competencias digitales, tan importantes hoy en día para el mercado laboral y el conjunto de las habilidades sociales».