El Sumo Pontífice, a sus 87 años, tomó ayer un helicóptero para salir por primera vez en lo que va de año de Roma y acudir a la ciudad de canales y los puentes para visitar la propuesta vaticana en la Bienal de Arte, y convertirse en el primer Pontífice que se acerca a esta cita del Vaticano con el arte. No obstante, en apenas cinco horas, visitó a las presas de la penitenciaría femenina de la isla de la Giudecca, se reunió con jóvenes, dio misa en la imponente plaza de San Marcos y navegó a bordo de una lancha.
Francisco se desplazó hasta Venecia para visitar la propuesta vaticana en una cárcel femenina, pero también para advertir de las amenazas que se ciernen sobre las aguas de la llamada ciudad de los canales y los puentes, como la crisis climática o el turismo de masa.
En esta primera etapa, tuvo la oportunidad de saludar a 80 reclusas que han colaborado en el montaje de la 60 edición de la Bienal de Arte del Vaticano a las que señaló: «Queridas hermanas, hoy todos saldremos más ricos de aquí. Puede que quien saldrá más enriquecido seré yo», afirmó a las reas, visiblemente emocionadas.
El Pontífice argentino lamentó «la dureza» de la prisión por «los problemas de hacinamiento, la falta de infraestructuras y recursos y los casos de violencia» pero defendió su conversión «en un lugar de renacimiento moral y material».
Por ello, consideró «fundamental» ofrecer a los detenidos «instrumentos y espacios de crecimiento humano, espiritual, cultural y profesional para poner las bases de sus reinserción».
Acto seguido, Bergoglio acudió a la capilla de la prisión, donde la Santa Sede ha instalado su pabellón de la prestigiosa Bienal, el evento que cada dos años convierte en un enorme museo la ya de por si hermosa Venecia.
El proyecto se titula Con mis ojos y «abre física y conceptualmente» la cárcel para hablar de arte, poesía y humanidad, con instalaciones de artistas como Maurizio Cattelan (autor de la famosa escultura de Juan Pablo II abatido por un meteorito).
El Obispo de Roma, el primero en visitar la muestra, dijo ante los creadores que «el mundo necesita artistas», también para paliar «el racismo, la xenofobia, la desigualdad, el desequilibrio ecológico y la aporofobia», el «neologismo terrible» de la «fobia al pobre».
Pero avisó que actualmente «es más urgente que nunca» distinguir el arte del mercado: «El mercado promueve y canoniza, pero siempre existe el riesgo de que vampirice la creatividad y robar la inocencia», alertó.
Por último, reclamó que el arte contemporáneo tiene que «valorar adecuadamente la contribución de las mujeres», citando a Frida Khalo, Corita Kent o Louise Bourgeois.
Después, Francisco, pese a sus problemas de movilidad, se montó en una lancha y navegó las aguas venecianas para llegar a la iglesia de Santa María de La Salud, a la entrada del Gran Canal, dejando una de las imágenes de la jornada.
A las puertas del templo cientos de jóvenes esperaban cantando y a quienes el Papa animó a no vivir «sentados en el sofá».
«No os aisléis, buscad a los demás (...) Id sin miedo a contracorriente: tomad la vida entre las manos, poneos en juego, apagad la televisión y abrid el Evangelio, esto es demasiado ¿eh? Dejad el celular y encontrad a la gente», insistió.
Y terminó: «Muchachos, no seáis profesionales del teclear compulsivo sino creadores de novedad».
El último acto de la máxima autoridad católica en Venecia fue una misa ante unos 10.000 fieles en la imponente Plaza de San Marcos y en su homilía aprovechó para denunciar las «amenazas» que afectan a esta histórica ciudad, suscitando el aplauso de los presentes.
Cambio climático
Asimismo, entre los riesgos actuales, Su Santidad apuntó al cambio climático, especialmente notorio en una urbe construida sobre el agua y repleta de un frágil e incontable patrimonio, pero también la gestión del turismo de masas que abarrota cada día sus calles y vacía sus hogares. «Hoy vemos esta ciudad, admiramos su encantadora belleza, pero nos preocupan los muchos problemas que la amenazan», lamentó desde el centro veneciano, marcado por una despoblación irrefrenable.
Finalmente, antes de regresar en helicóptero al Vaticano, el Papa recorrió la plaza de San Marcos con un pequeño vehículo blanco y luego accedió de forma privada, sin cámaras, a la basílica para venerar las reliquias del santo.