La obra literaria de Jesús Gaspar Alcubilla (Soria, 1968) comprende nueve poemarios, publicados entre 1999 y 2023, y tres textos en prosa, uno de los cuales -sobresaliente, a nuestro juicio- está dedicado a su pueblo, Herreros. Intrahistoria. 1930-1950. (SAGHERREROS, Soria, 2019). El ser humano en su contexto existencial y la descripción íntima de su tierra soriana son dos de los temas fundamentales de esta brillante carrera literaria.
El último de sus poemarios lleva el título de "Negación y memoria" (Lastura, 2021). Dividido en tres partes - "El cubo del muerto", "La estación y el olvido" y "Collado alto"-, su autor relata en la primera la triste memoria de hechos vividos y recordados por los habitantes de Herreros y lugares próximos. La segunda realiza un recorrido literario, cercano y sentido, por esos mismos parajes un día más habitados. En la última, el poeta utiliza la primera persona para rendir un merecido homenaje a ese mismo conjunto de lugares y pueblos, que, regados por el río Pedrajas, fue conocido en su día por Valdeherreros: Morro Redondo, Castillejo, Argullón,...
Como narrador privilegiado, Jesús G. Alcubilla va describiéndonos en cada uno de sus poemas lo que le contaron y lo que descubre él mismo cada vez que recorre los espacios tan personales que describe. El entorno natural, los colores que lo iluminan -azul, rojo, verde-, el paisanaje: "De lo que ha sido tu vida, madre,…", "nuestros abuelos", "la tía Marcela", los niños, los viejos, los campesinos, los pastores y los carreteros. Y lo hace de manera entrañable y cercana, con un estilo sobrio, riguroso, cercano, poético, y un vocabulario rico en nombres propios de la tierra: covachas, légamo, cumbreras, chozos, ábrego, canchales, laneros, vergazones, jote, tojo, aliaga,…
En ese marco narrativo, lo real, lo onírico, lo simbólico juegan por supuesto un papel importante. De tal manera que el yo del autor interviene directamente en pocas ocasiones. Prefiere acercarse discretamente a cada lugar (calle, casa, templo), a cada elemento de la naturaleza (lluvia, aire, niebla, planta), a cada personaje y pintarlo con la atención del testigo enamorado y comprometido.
No obstante, Jesús Gaspar Alcubilla se reserva los poemas de la tercera parte para proclamar la comunión total con su tierra. Oteo, nos dice en el primero, "el mundo desde este promontorio de fondos azules". En sus paseos, nos sigue hablando de "la longevidad del campo, luminaria del sol". Y se confiesa, recordando al poeta Neruda, cuando afirma: "No, los que éramos ayer, nosotros, no somos los mismos." Su vagar constante por lo vivido y escuchado va desvelándonos, poema a poema, la grandiosidad de cada uno de esos otros lugares que él, ellos y ellas, conocen y siguen disfrutando: el camino de la Talanguera, San Andrés Viejo, Castillejo,…
Leer y releer con calma este poemario, disfrutando de la magia de cada verso, de cada evocación, supone para el lector un ejercicio de enriquecimiento personal e histórico. Un poemario bello y vivo, de magnífica calidad literaria, que recupera para la Historia con mayúsculas las pequeñas historias que Jesús Gaspar Alcubilla nos narra en cada uno de sus poemas. Una melodía cadenciosa que acompaña, ilumina, enseña y emociona.