Desde que Fumio Kishida llegó al poder en octubre de 2021, el primer ministro de Japón ha sido testigo de cómo su popularidad se ha ido deteriorando con el tiempo. Han sido varios los escándalos en los que su fuerza política, el Partido Liberal Democrático (PLD), se ha visto envuelto en los últimos años. Y, pese a que trató de atajarlos con una purga entre sus filas y una remodelación del Gabinete, las polémicas acabaron finalmente por pasarle factura y el dirigente nipón decidió presentar en agosto su renuncia al liderazgo de la formación y, por ende, del país.
Lo hizo con el objetivo de lavar su imagen, pero también la del partido gobernante, argumentando que quiere «asumir la responsabilidad» y «promover un relevo generacional» que arrancó la semana pasada con el inicio de la campaña para los comicios internos del PLD, de los que Kishida no forma parte.
Nueve aspirantes (siete hombres y dos mujeres) forman parte de la carrera por hacerse con el timón del grupo político, que celebrará sus primarias el próximo viernes, cuando sus militantes y parlamentarios elegirán a su nuevo líder.
Quien salga vencedor del proceso no solo dirigirá la formación que ha dirigido el país del sol naciente de forma prácticamente ininterrumpida desde 1955, sino que con casi total seguridad será también nombrado el 1 de octubre primer ministro, gracias a la cómoda mayoría parlamentaria del PLD.
La ministra nipona Sanae Takaichi, admiradora de la exmandataria británica Margaret Thatcher, y el joven y mediático Shinjiro Koizumi son dos de los candidatos que parten con más fuerza.
De resultar vencedora, Takaichi, de 63 años, se convertiría en la primera mujer en ocupar la Jefatura de Gobierno de Japón, un país a la cola del mundo desarrollado en índices de igualdad. Esta política ya trató en 2021 de conquistar el liderazgo del partido y quedó segunda en votos en la primera ronda, tras Kishida, al contar con el apoyo de la facción controlada por el histórico exmandatario Shinzo Abe, asesinado en 2022 y con quien compartía posturas políticas, sobre todo en materia de seguridad nacional.
Koizumi, a sus 43 años, también haría historia en caso de ganar las primarias y convertirse en el premier más joven de una nación donde la edad media del Ejecutivo actual supera los 64 años, aunque su juventud podría jugar en su contra al ser percibida como inexperiencia. Hijo de uno de los primeros ministros más populares del Japón de posguerra, Junichiro Koizumi, el político ha heredado el carisma de su padre y goza de un alto perfil público al que ha contribuido su matrimonio con una presentadora de televisión franco-japonesa.
Tanto uno como otro encajarían en el relevo generacional que busca el PLD, un perfil en el que podrían cuadrar también el ministro de Digitalización Taro Kono (61 años) o el titular de Seguridad Económica, Takayuki Kobayashi (de 49), dos aspirantes de carácter reformista, aunque con menos respaldo.
A ellos se suma el exministro de Defensa y antiguo secretario general del partido, Shigeru Ishiba, que a sus 67 años se presenta por quinta vez a las primarias, aunque es precisamente esa experiencia la que podría alejarle de la cúpula.
Menos posibilidades tienen, en principio, la actual responsable de Asuntos Exteriores, Yoko Kamikawa, el portavoz gubernamental Yoshimasa Hayashi, el exministro Katsunobu Kato o el secretario general del PLD, Toshimitsu Motegi.
Si ningún aspirante obtiene la mayoría absoluta de los 734 votos, se realizará una segunda vuelta el mismo día entre los dos más apoyados y el vencedor será ratificado como nuevo primer ministro en el Parlamento. Aun así, se espera que el sucesor de Kishida convoque elecciones generales para buscar el respaldo de las urnas, como es habitual en el Estado asiático.
El principio del ocaso
A partir de ese momento, el dirigente designado tendrá como objetivo aumentar la popularidad del actual Gobierno, que lleva meses con un índice de respaldo de alrededor del 20 por ciento, tras llegar a caer al 15 por ciento, el mínimo registrado por un Ejecutivo desde 2012, a raíz del escándalo de financiación irregular de algunos miembros del PLD que salió a la luz en diciembre del año pasado.
A ellos hay que sumar los supuestos lazos de la formación con la Iglesia de la Unificación (o secta Moon), vínculos que presuntamente motivaron al asesino de Abe a acabar con su vida.
Sea como fuere, un nuevo horizonte se abre ahora ante Japón, un país que no descansa para dejar atrás sus días más oscuros.