Seis ediciones y más de 30.000 ejemplares vendidos de La Temeraria (Plaza Janés) preceden a esta entrevista con la escritora Isabel San Sebastián, que vuelve a elegir un personaje femenino en su particular recorrido por los siglos de la Reconquista. Y en este caso, es Urraca I de León quien toma el mando como reina que fue, la primera de pleno derecho en España y en Europa. A través de la voz de Muniadona, su doncella y engarce con sus anteriores novelas, la autora recorre la vida de una mujer valiente que fue capaz de imponerse en un mundo de hombres -y pagar un alto precio- para cumplir la misión para la que fue educada: gobernar el reino de León en el siglo XII.
¿Dónde se encuentra con Urraca I de León y cómo decide que es merecedora de ser una de sus protagonistas para sacarla del ostracismo?
Fue buceando en la historia de finales del siglo XI, cuando estaba acabando La dueña. Leí que, poco antes de morir, el rey Alfonso VI nombra heredera a su hija y le obliga a casarse con Alfonso I de Aragón El Batallador. Resulta que yo ni sabía que en aquel siglo habíamos tenido una reina de pleno derecho en España y empecé a documentarme sobre ella y cuando según leía sobre ella cambió todo mi planteamiento y decidí centrarme en La Temeraria porque es un personaje que merece la pena. Fue una mujer única, extraordinaria y singular que merece la pena conocer.
Habla de ella como la primera reina de pleno derecho de España y de Europa y es que nuestro país fue pionero en esto, ¿no es así?
Antes que ella hubo reinas regentes, reinas consortes, pero ninguna de pleno derecho. No solo se sentó en el trono sino que ejerció como reina durante años.
¡Su firma era, en el siglo XII, nada más y nada menos que la de reina de León y emperatriz de España! Pero en España en aquel momento imperaban aún los almorávides.
España era en ese momento un recuerdo muy vivo de lo que había sido el reino visigodo y había un anhelo común de los reyes de León y de Aragón de recuperar lo que había sido la España cristiana.
A partir de la reconquista de Toledo, en 1086, Alfonso VI, el padre de Urraca, empezó a intitularse rey de León y emperador de España, precisamente para dar énfasis a que se había recuperado la que había sido la capital del reino visigodo y situarse por encima de los demás dirigentes cristianos. Por primera vez, en época medieval, apareció la palabra España. Urraca usó el título de su padre y su hijo ya, directamente, se hizo nombrar emperador.
¡Anda que si León reivindicara su independencia amparándose en su pasado histórico...!
Bastante que unieron a Castilla y a León, que pudo ser una ofensa para muchos, pero ya se podría haber llamado Comunidad de León y Castilla. En términos cronológicos fue mucho antes el reino de León que el de Castilla.
El matrimonio con Alfonso I El Batallador fue una losa para Urraca, ya que la maltrató en todas las acepciones del término. ¿La violencia no distinguía la sangre azul?
Efectivamente. Alfonso I de Aragón era un hombre al que no le gustaban las mujeres. Las crónicas cristianas dicen que era un monje guerrero y las musulmanas insinúan con claridad que era homosexual. La cuestión es que no le gustaban las mujeres y la suya menos que ninguna. Se casó con Urraca con la única pretensión de robarle el trono y reinar en su nombre en León, pero no lo consiguió. Ese matrimonio fue mal desde la primera noche. De hecho, las llamaron las malditas bodas. Aquello fue tan mal que llevó incluso al maltrato físico de Urraca. Ella se quejaba de la cantidad de veces que la había insultado, que había manchado su rostro con sus manos y que le había golpeado con el pie.
No se esperaba el de Aragón que ella también iba a ser batalladora.
No, no esperaba encontrar una mujer con ese carácter, pero es que Urraca había sido educada para gobernar, para reinar. Fue la heredera mucho tiempo, hasta que nació su hermano Sancho y fue apartada, pero la muerte de este en la batalla de Uclés la devolvió a la primera línea sucesoria.
Además, ella se había criado rodeada de mujeres poderosas, como fueron su madre, Constanza de Borgoña, pero sobre todo sus tías paternas, las infantas Urraca y Elvira, que debían ser dos mujeres de armas tomar. Su abuela Sancha... Fueron todas mujeres a las que hoy llamaríamos empoderadas, aunque a mí me gusta más decir que son mujeres poderosas, mujeres bravas.
Pero esto se ha repetido en la Historia. ¿No sucedió lo mismo con los reyes Católicos?
Cierto, Fernando también intentó en un principio usurpar el poder a Isabel. Lo que salvó la situación es que ellos tenían una buena relación personal. Al Católico sí le gustaban las mujeres -incluso mucho y demasiadas-, pero también la suya, y tuvieron una buena relación personal que salvó muchos conflictos políticos. En el caso de Urraca y Alfonso, la relación fue pésima en términos políticos y peor todavía en términos personales y sexuales. Las pasiones influyen muchísimo más en la Historia de lo que cuentan las crónicas.
Decíamos que bien se le podía haber puesto a ella el sobrenombre de La Batalladora porque, además de con su esposo, tuvo que lidiar en muchos otros frentes.
Siempre se vio obligada a terciar, a elegir aliados incluso entre sus peores enemigos, a ser muy hábil con la diplomacia e incluso a mentir a sabiendas de que lo estaba haciendo... Resolvió muchas situaciones en el campo de batalla y otras tantas a base de artimañanas diplomáticas.
¿La política del siglo XII es tan similar como parece a la del XXI?
El alma humana no ha cambiado mucho... Al final, las pasiones son las mismas, las ambiciones también. La codicia, el odio, el amor, el miedo... Todo lo que alimenta la conducta humana es igual desde los mitos griegos. Lo que cambia es cómo se manifiestan esas pasiones.
¿Quién le puso a Urraca I su sobrenombre?
Los cronistas de su tiempo, precisamente, por atreverse a reinar, a ejercer el poder y desafiar la autoridad masculina. Ella no se sometió ni a su marido, ni a su hijo, ni al arzobispo Diego Gelmírez ni a los muchos hombres que quisieron gobernarla. La acusaban de gobernar «con ánimo mujeril», como dicen las crónicas de la época.
Crónicas que fueron, por otra parte, bastante duras con ella.
Fueron terribles. Por eso la apodaron así, La Temeraria.
¿Quiénes son para usted las temerarias de la actualidad?
Bueno, yo no creo que una mujer valiente, como fue Urraca, sea una mujer temeraria. Hay muchas mujeres valientes. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, me parece una mujer que desafía a los prejuicios y combate en muchos frentes. Pero vamos, cualquiera que hoy esté compitiendo en un universo masculino -que son casi todos-, que esté defendiendo en lo que cree, es valiente y, quizás en la Edad Media hubiera sido calificada así.
¿Urraca fue una mujer moderna en el amor? Tuvo un marido del que enviudó, se separó del segundo y luego sumó dos amantes y con uno de ellos tuvo hasta dos hijos.
Urraca se comportó como una reina. Los reyes medievales tenían matrimonios de estado y, al margen, sus asuntos afectivos y sexuales. Y Urraca fue una reina e hizo lo mismo. Ella fue fiel a su primer marido, el conde de Borgoña. Se comportó como se esperaba de ella. Enviudó y cuando la casaron con Alfonso ella ya estaba enamorada de otro hombre, el conde Gómez, con quien no se pudo casar. Luego fue amante del conde González de Lara... pero no tanto por desafiar los prejuicios de la época, sino porque era reina y no lo era menos que cualquier rey varón.
¿Cabe la posibilidad de que al revisar el personaje se le dulcifique con los ojos actuales?
Sí. Y yo ya digo que voy a mirar a Urraca con ojos cariñosos. No pretendo ser imparcial. Todos los hechos que cuento están sacados de las crónicas de la época; ahora, la forma de mirar esos hechos es mía y no pretende ser objetiva. No quiero ser tan implacable como ha sido la historiografía con ella, intento mirarla con cariño y con pasión.
Sin dejar de lado que, por la época en que vivió, fue tirana y autócrata.
Las monarquías, el poder, era tiránico. No podría haber descrito a una reina comprensiva y tolerante porque habría sido anacrónico. Sin embargo, a pesar de la concepción autocrática del poder, concedió fueros muy generosos y se molestó en precisar en alguno que los derechos y privilegios eran de obligada aplicación a hombres y mujeres por igual.
Quien venga de sus anteriores novelas se va a encontrar con un engarce que es el personaje de Muniadona, la doncella de la reina. ¿Qué aporta su figura en este relato?
Muniadona, además de ser ese engarce, nos muestra cómo era la vida de la parte más baja de la nobleza, lo que hoy sería la clase media. Ella es la huérfana de un caballero de frontera caído en guerra que no tiene muchas oportunidades en la vida.
Prosigue con esta obra en su intención de novelar los siete siglos de Reconquista. ¿Cuál es el siguiente episodio?
El acontecimiento más importante del siglo XIII: las Navas de Tolosa.
No sé si meterme en el jardín de si opina que es mejor hablar de Reconquista o de Restauración…
Toda la Historia de España, salvo las derrotas, ahora se ponen en entredicho. Parece que hay que pedir perdón por todo lo que nos ha salido bien en términos históricos. Me da igual Restauración que Reconquista. La cuestión es lo que implicó: fue un empeño secular nacido en torno al siglo IX y mantenido hasta el XV, en el que se implicaron todos los reyes cristianos, incluso cuando estaban en guerra entre sí, para recuperar lo que había sido el reino visigodo de España para la cristiandad. Y eso es innegable.
Salvando las distancias, aquello fue una suerte de pacto de Estado entre reinos en pos de un bien superior: la unidad.
Sería el equivalente a algo que hoy sería imposible, que sería un pacto de estado entre el PP y el PSOE por un bien superior. Hoy por hoy sería irrealizable y, sin embargo, los reyes medievales lo hicieron.