Dos formas antagónicas de ser y sentirse estadounidense. La candidata demócrata, Kamala Harris, y el republicano, Donald Trump, se enfrentan mañana en el asalto final de las elecciones de EEUU con el objetivo de alcanzar la Casa Blanca y convertirse en el presidente de la primera potencia mundial, del país que es el guardián del planeta y la salvaguardia de los valores occidentales y democráticos. Una responsabilidad que excede cualquier tipo de calificativos y que supone una tarea a tiempo completo para llevar las riendas del país.
El voto latino, el afroamericano y el de los trabajadores de los cinturones industriales de EEUU, según dicen los expertos, serán decisivos para decantar la próxima Presidencia del país a un lado u otro del tablero, en unos comicios que se presentan como los más reñidos del siglo.
La actual vicepresidenta, con su fama de optimista, se comprometió la pasada semana, nada más y nada menos que frente al Capitolio, a mejorar la vida de los 335 millones de estadounidenses, a escucharles y a buscar «progresar». Porque al final, la política -subrayó- «es sentido común». Y añadió que su presidencia no será como la del actual inquilino en la Casa Blanca, Joe Biden, sino distinta, porque «hay que rescatar la economía» y el país tiene que «avanzar».
Pero los ataques más feroces son contra su rival, que hasta le tildó de fascista. Un cruce de acusaciones que siempre es recogido por Trump para intentar desenmascarar a Harris.
Tal es el discurso del aspirante republicano que, además de arremeter contra la inteligencia de la demócrata, cuestiona su origen y hasta la limpieza de las elecciones de mañana.
El exmandatario se ha dado cuenta de que será el voto latino e hispanohablante el que puede darle la victoria, además del procedente de los estados sureños y del interior. Por eso, en estas horas finales de campaña, el magnate ha decidido tender la mano a estos sectores para lograr todos los sufragios posibles. «Les traeré el mejor futuro a los puertorriqueños y a los hispanoestadounidenses, cuidaré de sus familias, defenderé la religión y traeré puestos de trabajo, riqueza y fábricas», prometió Trump.
La campaña también se decide en los llamados estados bisagra (Georgia, Arizona, Wisconsin, Míchigan, Pensilvania, Nevada y Carolina del Norte), territorios que son determinantes para dilucidar la Presidencia y cuyos votantes son los más indecisos.
No cabe duda que ambos se juegan mucho. Ella, convertirse en la primera mujer en alcanzar el Despacho Oval y él en recuperar la Casa Blanca. Dos estilos y dos formas de ver el mundo que pondrán a prueba a los norteamericanos sobre qué tipo de país quieren.
Kamala Harris: Una mujer acostumbrada a triunfar
Hacer Historia. Esa es la premisa de la actual vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. Es decir, ganar mañana al candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump.
La demócrata, que dice erigirse como la única solución posible para hacer frente a un aspirante que, en sus propias palabras, supone «un peligro para el país y el bienestar de todos los estadounidenses», ha centrado la mirada en un concepto muy claro a lo largo de su trayectoria profesional: la defensa de la «libertad, con pasión y respeto por la ley».
Con una carrera llena de primeras veces que han sido definidas por Harris como un ejemplo de que EEUU es un país «lleno de posibilidades», la política fue la primera senadora indo-afroamericana y la primera mujer con estas raíces en ocupar el cargo de fiscal general de California.
Acostumbrada a romper la norma, también fue la primera en convertirse en vicepresidenta de la mano de Joe Biden, quien le había tomado juramento en el pasado cuando llegó de forma inesperada al Senado.
De madre india y padre jamaicano, son muchos los que ven en Harris la encarnación del sueño americano: nacida en Oakland (California) en el seno de una familia interracial, creció en Berkeley, donde pudo beneficiarse de un programa de integración escolar para familias afroamericanas.
Posteriormente, tras el divorcio de sus padres, se mudó a Canadá, país en el que vivió durante unos años hasta su regreso a EEUU para asistir a la Universidad de Howard.
Harris, ferviente defensora de las oportunidades, afirma haberse criado en un ambiente en el que «el activismo formaba parte de la vida diaria». Así, siempre ha recalcado su pasión por defender a los más desfavorecidos a pesar de que Trump insiste en acusarla de mentir.
Tras graduarse en Derecho y volver a California, Harris fue elegida en 2004 fiscal del distrito de San Francisco. Durante esta etapa fue duramente criticada al solicitar la cadena perpetua -y no la pena capital- contra el principal acusado de haber disparado y matado al agente de Policía Isaac Espinoza.
Harris irrumpió en 2015 como senadora para sustituir a Barbara Boxer, que llevaba más de dos décadas en el cargo, y recibió el apoyo incondicional del entonces presidente, Barack Obama, y del que fuera entonces su número dos, Joe Biden.
Después, decidió lanzar su carrera a la Casa Blanca, de la cual tuvo que retirarse ante la falta de fondos y las crecientes discrepancias internas. Y en agosto de 2020 fue presentada como compañera de fórmula del que luego se convertiría en el inquilino de la Casa Blanca.
La ahora candidata a la Presidencia, de 60 años y casada con el abogado Doug Emhoff, tendrá que hacer frente a numerosos desafíos en caso de hacerse con la victoria en una carrera electoral que parte de unos datos de intención de voto sumamente ajustados.
Aunque muchos le achacan un «perfil bajo» en su desempeño como vicepresidenta y hablan de su llegada a la candidatura como un acto de «rebote», Harris se mantiene optimista y destaca los puntos fuertes de las políticas de la Administración actual.
De esta forma, ha defendido la entrega de armas a Ucrania para hacer frente a la invasión rusa, al tiempo que ha resaltado el derecho de Israel a una «legítima defensa».
Veremos si mañana vuelve a ganar, como es su costumbre, y se hace con el puesto número 1 de EEUU, el de presidenta y de nuevo pasará a hacer historia.
Donald Trump: Un polémico viacrucis para volver al poder
Desde que abandonó la Casa Blanca en enero de 2021, una idea muy clara ha orbitado por la cabeza de Donald Trump: regresar al poder que por entonces le arrebató el actual dirigente, Joe Biden. Esa derrota provocó uno de los sucesos más graves para la democracia norteamericana con el asalto de cientos de sus seguidores al Capitolio al negarse a reconocer su fracaso en las urnas. Por ello, el magnate acometerá el 5 de noviembre su tercer intento de llegar a la Presidencia de los Estados Unidos, tras su éxito hace ocho años.
Trump, una figura controvertida que se ha alzado como único aspirante de peso del Partido Republicano tras ir dejando de lado a otros políticos con más experiencia, ha vuelto a hacer girar su campaña en torno a un culto a su figura y una serie de promesas de corte populista que van desde lograr el fin de la guerra en Ucrania hasta una expulsión «masiva» de migrantes.
En esta ocasión, fue nombrado candidato tras unas primarias en las que se impuso con claridad a figuras como Nikki Haley y Ron DeSantis. Otros aspirantes fueron Mike Pence, Chris Christie, Asa Hutchinson y Vivek Ramaswamy, aún con menos apoyos.
De esta forma, a sus 78 años, se ha convertido en el candidato de más edad de la historia del país, un hecho que usó en la campaña para cargar contra Biden y que durante las últimas semanas ha dañado sus pretensiones, al volverse en su contra su estrategia para presentar al demócrata como una persona incapacitada para ejercer un puesto de poder.
El expresidente llega a la votación como un político más experimentado, después de presentarse hace ocho años tras dar directamente el salto desde los platós de televisión, si bien también con muchos más críticos por sus acciones y declaraciones tanto en su mandato como después del mismo.
su mandato. Durante su legislatura, Trump retiró a EEUU de varios acuerdos comerciales y medioambientales, tuvo un enfrentamiento económico con China y ofreció una nueva propuesta de paz para Oriente Próximo, dificultada por su decisión de reconocer Jerusalén como la capital de Israel.
A nivel interno, el magnate lidió con numerosos frentes, incluida una investigación por supuesta colusión entre su campaña y Rusia en las elecciones de 2016 -que se saldó sin pruebas concluyentes que respaldaran las acusaciones- y un juicio político por abuso de poder y obstrucción. Además, fue el tercer presidente en hacer un impeachment, mantuvo una postura muy criticada durante la pandemia (alentando teorías contrarias a la ciencia) y vio cómo su mandato terminaba de forma catastrófica tras su derrota en las urnas y el posterior asalto al Capitolio por parte de sus seguidores.
Resurgimiento
La intentona golpista fue ejecutada cuando se celebraba una reunión para ratificar los resultados de los comicios y derivaron en un segundo juicio político contra Trump, nuevamente absuelto.
Pese al varapalo sufrido, logró aglutinar apoyos de los sectores más conservadores y su campaña ha estado marcada por dos intentos de asesinatos contra él. En ella, ha incidido especialmente en la lucha contra la migración irregular, los recortes a programas sociales y el fin de la guerra en Ucrania.
Trump ha tenido que hacer frente a una creciente oposición dentro de su partido, pero aun así los sondeos apuntan a una carrera muy apretada entre él y Harris.