El porcino es el subsector ganadero que ha experimentado el mayor desarrollo en la última década, jugando un papel clave tanto por el crecimiento de una industria -de productos frescos y elaborados- ubicada principalmente en el entorno rural, como por el volumen de empleo que genera en un territorio que sufre la despoblación, con un gran protagonismo, además, del trabajo femenino. Sin embargo, este mismo sector tiene ante sí amenazas importantes a corto plazo derivadas fundamentalmente de las crecientes exigencias en materia de medio ambiente y bienestar animal, que implican mayores inversiones en las granjas para producir menos con un aumento de costes, lo que juega contra su competitividad en todos los mercados.
Este aumento de los requisitos afecta muy especialmente a las pequeñas y medianas explotaciones, que siguen siendo mayoría en número y en volumen de oferta a pesar del aumento de las granjas de mayores dimensiones -mal llamadas macrogranjas-. A esta circunstancia se suma el ajuste en las exportaciones, lo que, para el responsable de la organización sectorial Anprogapor (productores de porcino de capa blanca), Miguel Ángel Higuera, supone la necesidad de nuevas medidas para defender la viabilidad del sector, tanto desde la perspectiva del bienestar animal como económica.
Pero hay más factores en contra, ya que se dificulta cada día más la obtención de licencias para nueva explotaciones, para la ampliación de las actuales y para la consecución de concesiones de agua. Todo ello por una mayor presión ciudadana por evitar posibles malos olores o vertidos, a pesar de las mejoras importantes para su eliminación; un buen ejemplo de ello es el tratamiento de los purines para la obtención de energía que desarrollan los grandes grupos en el sector, como la cooperativa gallega Coren o Vall Company, que alcanzan el autoabastecimiento energético de las explotaciones. Además, el sector se enfrenta a las dificultades para encontrar relevo generacional, problema que actualmente se está sorteando con el desarrollo de explotaciones más grandes que emplean trabajadores al margen de la propiedad.
En este contexto, Higuera señala la urgencia de un Plan Estratégico Nacional negociado con todas las Administraciones y las propias industrias que permita y fomente la modernización y reestructuración de las explotaciones, dado que hay una parte muy importante que son viejas, con el objetivo de lograr una mayor eficiencia y competitividad. Por ello, se considera necesario el cierre de muchas granjas anticuadas y la construcción de otras nuevas con todos los estándares actuales sobre eficiencia y sostenibilidad, cumpliendo las exigencias sobre limitación de capacidad de animales madres o de cría por granja.
Desde la perspectiva de la producción, el sector ha pasado de los 3,4 millones de toneladas en 2013 a superar en 2020 los cinco millones, para descender y estabilizarse en las actuales 4,8 millones de toneladas. El censo ha bajado de unos 35 a 30 millones de cabezas y los animales sacrificados de 55 a menos de 50 millones. Y aunque sobre el papel el número de explotaciones se sitúa por encima de las 80.000, la realidad es que las dedicadas a la producción se situarían por debajo de las 50.000.
Mercado exterior.
Las exportaciones han constituido y se mantienen como una salida clave para la actividad en el sector, pasando en la última década de menos de dos millones de toneladas a superar los tres millones de toneladas en 2020, para descender en el último año a 2,8 millones de toneladas. China, por los efectos de la peste porcina en 2019 y 2020 que diezmó su cabaña, se vio en la necesidad de elevar sus compras en el exterior desde una media de tres millones de toneladas hasta superar los 5,6 millones. En el caso de España, eso supuso pasar de vender en ese mercado unas 650.000 toneladas a 1,4 millones, volumen que en los últimos años se ha ido reduciendo hasta unas 600.000 toneladas debido a la recuperación de la cabaña del país asiático.
Con ello, la exportación ha vuelto a la normalidad, lo que supone que el 60% de las ventas en el exterior se comercializan en Europa, muy especialmente en Francia, Reino Unido o Italia, y el 40% restante en terceros países con apertura de nuevos mercados en Asia, especialmente en Japón. El desembarco por razones políticas de Rusia en China ha frenado las ventas de otros países. Sudamérica, por su parte, se revela como un mercado emergente para el porcino español y los productos derivados.
El valor de la producción del porcino en origen se sitúa entre los 9.000 y los 10.000 millones de euros. A esa cifra se suman otros 20.000 millones generados por unas 2.000 industrias ligadas fundamentalmente al porcino en carnes frescas o productos elaborados, entre las que dominan pequeñas y muy pequeñas empresas. La exportación de carnes, subproductos y elaborados ha ido creciendo y supone y más de 9.000 millones de euros. De esa cifra, en los últimos años el 40% correspondía a países comunitarios y el resto a terceros países. En la actualidad, aunque se mantienen los mercados en terceros países, se han dado la vuelta a esos porcentajes con el 60% en el marco de la UE gracias a sus mayores precios.
La importancia del sector, al margen de las cifras económicas, viene ligada igualmente a su peso en materia de empleo directo e indirecto, con más de 415.000 personas de las que 140.000 corresponden a la actividad en las granjas. El resto lo copan las 2.000 industrias transformadoras del porcino -con predominio de mujeres-, las fábricas de pienso y el transporte en el medio rural. Según los datos manejados por el sector, un 39% de los municipios rurales cuenta con una o varias explotaciones de porcino; el 43% de las granjas hallan ubicadas en el medio rural con el 75% del censo total del porcino y el 68% de las madres reproductoras. La industria dedicada fundamentalmente al porcino se halla ubicada en un 45% en el medio rural.
En conjunto, el porcino mantiene una línea de incremento de su implantación en el medio rural, a pesar, señalan los ganaderos, de las mayores dificultades para su desarrollo debido a las mayores exigencias medioambientales y de bienestar animal y a la «persecución» desde ciertos grupos radicales.