No habrá presupuestos hasta enero. El Gobierno se resigna a una larga negociación con Puigdemont. Nada será fácil porque Junts celebra su congreso en octubre y será después cuando se cierren sus exigencias sobre financiación, o el respaldo al catalán en Bruselas. Como ha dejado claro su portavoz parlamentaria, Miriam Nogueras, su intención no es acabar con la legislatura de Pedro Sánchez si no "Cataluña". Lo que, traducido, quiere decir que pretenden que la incesante presión sobre Moncloa les convierta en indispensables en la vida pública catalana.
Y todo esto a la espera de la "amnistía", que no llega, y que Junts no tiene muy claro que el retraso forme parte de una estrategia del Constitucional, dejando el texto y los recursos "olvidados en un cajón".
Tampoco hay fecha para la aprobación de la senda de estabilidad, ya que Junts exige que se eleve el porcentaje que llega a las comunidades autónomas a una cifra que supera las posibilidades económicas del Ejecutivo. Como siempre, comienza por lanzar un órdago y luego se va reduciendo la cifra. De momento, Pedro Sánchez, que dirige desde Nueva York, donde asiste a la cumbre de la ONU, la estrategia y los tiempos de negociación, ya ha enviado a Albares a Bruselas a reclamar, una vez más, que el catalán sea una de las lenguas de la UE. Por intentarlo que no quede. Las pérdidas en financiación de Comunidades y ayuntamientos que supondría la prórroga de los actuales presupuestos, pese a las optimistas declaraciones del ministro Oscar Puente, pondrían más en riesgo el empeño de Pedro Sánchez de acabar la legislatura. Pese al afán del PP de desalojarle de Moncloa y la dificultad con las cuentas públicas, el presidente del Gobierno ha convertido la resistencia en el emblema de su gestión.
Para ello, con regularidad a a sus equipos en Moncloa y ya nadie se acuerda del poder omnímodo de Ivan Redondo. El nuevo jefe de gabinete es Diego Rubio, un joven profesional con excelente currículo, que ya ha elaborado un plan que va a cambiar muchas caras de presidencia. Rodeado de jóvenes, holgadamente preparados, Pedro Sánchez se prepara para resistir los embates de unos socios de Gobierno que van a convertir el resto de su mandato en exigencias para cada votación. Y, mientras, Feijoo trata de que no se le desbanden sus barones y no acaba de dar con la tecla de una propuesta creíble.