Como si se tratase de una historia cíclica, la vieja Europa vuelve a estar de nuevo dividida entre el Este y el Oeste 35 años después de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia ha vuelto a dibujar un mundo separado en bloques, pese a la disolución de la Unión Soviética.
Los analistas apuntan a una nueva reedición de la Guerra Fría entre Rusia y la OTAN, aunque Ucrania las ha colocado mucho más cerca de un enfrentamiento militar directo que durante esas cuatro décadas de tensiones.
Los años 90 del pasado siglo y los primeros de la nueva centuria estuvieron marcados por el acercamiento y las iniciativas para fomentar el diálogo y la cooperación entre las partes. Tanto fue así que incluso hubo presidentes rusos presentes en cumbres de la OTAN, como la de 2010 en Lisboa.
Pero todo se volatilizó con la anexión rusa de Crimea en abril de 2014. Fue en ese momento cuando se detuvo de golpe cualquier cooperación civil y militar entre la Alianza y Rusia.
Luego, la invasión a gran escala de Ucrania en 2022 dejó las relaciones en su punto más bajo desde la Guerra Fría. «El ataque del Kremlin ha consolidado una profunda división política y social entre Rusia y una gran parte de Occidente, que en efecto recuerda a un nuevo muro imaginario», declara Markus Ziener, del centro de estudios German Marshall Fund.
Pero recalca que en esta ocasión no se trata de un choque entre dos ideologías políticas, como sucedió en la Guerra Fría. «Hoy, democracias abiertas y liberales, por un lado, y formas de gobierno totalitario por el otro se están enfrentando. Al menos en el lado ruso, faltan los fundamentos ideológicos de la era soviética», explica.
Un aspecto clave de la reaparición de los bloques ha sido la entrada en la OTAN de Suecia y Finlandia. «Estos ingresos ha fortalecido el panorama de seguridad de Europa del Este, contribuyendo aún más a esta nueva división», expone Ziener.
La ironía es que Moscú justificó su ataque a Ucrania por la ampliación de la OTAN, pero sus acciones «han acelerado el resultado que buscaba evitar», dado el ingreso de Finlandia, con una frontera de 1.300 kilómetros con Rusia, y Suecia en la Alianza.
Tensión nuclear
Pero sin lugar a dudas, la mayor preocupación entre las partes, entonces y ahora, es el pánico a un enfrentamiento nuclear, más propio de la Guerra Fría que del siglo XXI; sin embargo ese temor ha vuelto a resurgir en los últimos tres años. Primero, el presidente ruso, Vladimir Putin, decidió poner en alerta a sus fuerzas estratégicas y después desplegar armas nucleares tácticas en Bielorrusia.
Las conversaciones sobre un posible visto bueno a Kiev para el empleo de armamento de largo alcance occidental contra territorio ruso llevaron a Putin a modificar la doctrina atómica.
La novedad es que Rusia puede recurrir a este armamento en caso de un ataque convencional que amenace la soberanía de Rusia y Bielorrusia. Además, están estancadas las negociaciones para la renovación del START, el último tratado de desarme estratégico en vigor entre rusos y estadounidenses.
Ziener subraya que la retórica nuclear de Putin, unida a la profundización de alianzas con Corea del Norte y China, indica «un desarrollo hacia bloques globales polarizados», pero recalca que la asociación de Moscú con esos países «no es en modo alguno una coalición de potencias alternativo».
En cualquier caso, ese nuevo Telón de Acero incluiría también a Bielorrusia, el Cáucaso Norte y Asia Central, así como a Irán, China y Corea del Norte.