Se ha movido para que la Junta de Fiscales de Sala rechazara la querella del novio de Isabel Ayuso que permitiría investigar si hubo fiscales o miembros de la Agencia Tributario que filtraron a medios de comunicación los datos fiscales de Alberto González Amador y sus negociaciones para resolver sus problemas tributarios. Ha dado instrucciones para bloquear iniciativas políticas que pudieran poner en duda la legalidad de las actuaciones profesionales de Begoña Gómez, y si pudo utilizar su influencia en beneficio propio o en el de sus socios; y ha habido presiones de Moncloa a medios de comunicación cercanos al gobierno para que no mencionaran excesivamente la situación de su mujer, o la de su hermano. Sin embargo, al presidente se le ha colado una denuncia de Manos Libres, y un juzgado de Madrid ya está mirando papeles para analizar a fondo las actividades de Begoña Gómez.
Estas maniobras de Pedro Sánchez transmiten la impresión de que tiene miedo a que se escudriñe qué pasa en su entorno más directo. Porque si no tuviera miedo, permitiría que jueces, fiscales y periodistas realizaran su trabajo, que para los primeros es velar por el cumplimiento de la ley y para los segundos es informar sobre posibles incumplimientos. Cualquier persona que se ve injustamente señalada, con su ética en cuestión, reaccionaría con inteligencia y no solo permitiría, sino que promovería que se le investigase hasta la extenuación, para que su honorabilidad quedara libre de sospecha.
Tiene suerte Pedro Sánchez de que el PP no está atinando en su papel de oposición. Infinidad de periodistas que han vivido de todo durante décadas, no ocultan su escepticismo sobre las comisiones parlamentarias de investigación. Pero ya que las hay, lo menos que pueden hacer quienes desde la oposición pretenden que salgan a la luz posibles irregularidades de los que gobiernan, es que los miembros de esas comisiones preparen mínimamente sus intervenciones.
En la del Senado, ni el presidente de la comisión, del PP, ni mucho menos el portavoz, estuvieron a la altura. Daban la impresión de que ni siquiera sabían de qué estaban hablando, qué se investigaba, a quién y por qué. Fue bochornoso. Más todavía cuando en las filas del PP en el Senado hay gente capaz y con sentido de la responsabilidad. Personas que han demostrado sobradamente que se toman en serio su trabajo.
A Pedro Sánchez se le ve desfondado, su rostro está contraído, y en la sesión de control de este miércoles se notaba que conocía ya la noticia de que un juzgado investigaba a su mujer. No es la mejor de las situaciones para afrontar las elecciones catalanas.
Feijóo le sacó de quicio cuando respondió al triunfalismo de Sánchez señalándole que metía en el mismo saco a su partido, el PSOE, y a Bildu. Feijóo había sabido reaccionar, estuvo al quite. Por eso sorprende que lleve a primera fila parlamentaria a algunos que no tienen ni idea de cómo moverse en el debate político. Un gran error. Sobre todo cuando hay banquillo.