La vida política española es tan convulsa, tan llena de incertidumbres, que apenas si queda espacio para hablar, para fijar la atención en asuntos que también nos definen como sociedad. Entre esos asuntos que pasan como la luz por el cristal en el debate público está el de la pobreza, especialmente la infantil.
Ha sido Eurostat el organismo que ha dado la voz de alerta sobre España. De acuerdo con su informe en nuestro país, en el que se abordan cuestiones como la pobreza incluso de quienes tienen trabajo, la enorme tasa de pobreza entre los extranjeros que trabajan en nuestro país y el dato más terrible es el referido a la pobreza infantil. A este respecto se nos dice, nada menos, que un tercio de los menores de edad en España están en una situación de riesgo de pobreza o exclusión social, diez puntos por encima de la media de los países del euro.
Es verdad que los datos macroeconómicos son buenos, pero no sé si se puede afirmar que vamos como un cohete cuando miles de niños españoles y no españoles viven como no nos gustaría que vivieran nuestros hijos.
Y es sorprendente y doloroso comprobar cómo el asunto de la pobreza ha desaparecido del mensaje político. Da vergüenza que en ese cohete no haya sito para todos. Nuestros niños se quedan en tierra. En invierno pasan frío y en verano no duermen por el calor. Se me abren las carnes sólo de pensar que hay miles de niños entre nosotros que no pueden tomar un helado o comerse un bocadillo cuando tienen hambre.
Me cuesta creer que no sea posible un plan de choque bien organizado y dirigido por los poderes públicos para que nuestro país no aparezca con semejante baremo en un organismo en el que, hasta donde sé, no está dirigido por partido político alguno.
Si España estuviera gobernada por un Milei de turno, el dato no sería sorprendente, pero cuando nuestro gobierno es un gobierno progresista que se preocupa de la gente, es más que sorprendente y, desde luego, denunciable que la pobreza, en general y muy en particular la pobreza infantil no ocupe ni un minuto en declaración alguna, ni una sola iniciativa para abordarla.
Es verdad que cuando se habla de pobreza infantil son muchos y diversos los factores que conducen a ella: trabajos precarios de los padres, falta de formación, precios por las nubes y es verdad que no hay problema que no sea complejo pero también es evidente, a la vista de los hechos, que nada efectivo se está haciendo para que nuestros niños y niñas escapen de la exclusión, de las carencias que niño alguno debería sufrir.
España es la cuarta economía del euro, vamos como un cohete, nuestros hoteles están llenos pese al alza de precios, conseguir mesa en un restaurante puede ser una odisea y mientras tenemos la suerte de llegar con tranquilidad, aunque sin lujo alguno, a fin de mes, miles de niños miran de reojo una pastelería a la que quizás nunca han entrado. Me pueden tachar de blandita y sí, soy blandita ante los niños y niñas que no tienen lo necesario para vivir su infancia con dignidad, pero de nada o poco vale si los poderes públicos no se ablandan un poco para hacer de la nuestra una sociedad más justa.