Victoria Lafora

Victoria Lafora


Que se vayan para siempre

14/07/2024

Se consumó la ruptura y no pasa nada. Bueno, sí; comienza un periodo de incertidumbre para los dos partidos, el PP y VOX, tras el fracasado matrimonio de conveniencia que llevó a la extrema derecha a los gobiernos autonómicos. Para el resto, para los ciudadanos de Castilla y León, Extremadura, Murcia, Valencia y Aragón, el alivio de ver cómo la batalla entre los socios por revertir y modificar la legislación vigente dará paso a la gestión pública, que es a lo que tiene que dedicarse la administración autonómica.

No habrá en Valladolid muchas lágrimas por el vicepresidente García-Gallardo, especialista en insultos homófobos, machistas y racistas en las redes sociales y sin cometido en el cargo. Si Abascal no le premia con un cargo en Madrid, Mañueco va a tener que seguir pactando con él para mantenerse en el cargo.

La marejada empezó hace dos semanas por el tema del reparto de los menores inmigrantes y, desde VOX, se advirtió al PP que no iban de farol. Pero Feijóo no podía dar marcha atrás. Los centros de menores en Canarias están saturados y, como tuvo que recordar el dirigente popular Borja Sémper, "Canarias es España".

De todas formas, la comparecencia de Feijóo ante los suyos estuvo medida al milímetro. Saben todos, en la sede de Génova, que siguen dependiendo de VOX para no tener que ir a un adelanto electoral en seis Comunidades autónomas. De ahí la prudencia en el verbo.

Y en "casa de Abascal" nervios, desolación y caras largas. La videollamada con la que la dirección anunció a sus consejeros que se había acabado el pacto y con ello perdían sillones, cargos, sueldo y trabajo, fue lo más parecido a un funeral. Como explicación se citó a "gente por encima de nosotros" como los responsables de la ruptura. Y el momento en que los dos consejeros díscolos, el extremeño y el de Castilla León, dijeron que no pasaban por el aro y que seguían en sus puestos. Seguramente se quería contrarrestar la afirmación de un presidente del PP que no dudó en culpar a "la testosterona de Abascal, que ha ido hasta el final con su órdago por sus cojones"

Al margen de la visceralidad del aludido, el crecimiento que predicen las encuestas del partido (por llamarlo de alguna forma)de Alvise y su "Se acabó la fiesta", tiene bastante que ver con la arriesgada apuesta de Abascal.La política de los golpes de efecto, el dramatismo de "yo por ahí no pasó", es muy de los grupos ultras. Así, un perfecto desconocido como Alvise, ha conseguido, a través de las redes sociales, una relevancia que ha llevado a Abascal a dar "su" golpe de efecto.

Por si acaso la revuelta interna se convertía en incontrolable, no se van de los Ayuntamientos. De momento. Aunque tampoco habría pasado nada a los gobernados. Porque ahí está la clave: los ciudadanos a los que dejan de regir, muchos sentirán alivio, otros indiferencia y poca nostalgia. Recuerdo imborrable no deja ninguno.