Renombrado y afamado tras ganar el Nobel por sus descubrimientos sobre las neuronas, Ramón y Cajal siguió investigando una idea aún más innovadora: cómo regenerar el tejido nervioso. Cien años después, el científico Antonio Campos ha conseguido tejidos artificiales con potencial para regenerar órganos y curar a los pacientes.
Campos, catedrático de Histología en la Universidad de Granada, ocupa el sillón número 38 de la Real Academia Nacional de Medicina, el mismo en el que se sentó Santiago Ramón y Cajal, ha dedicado su labor docente e investigadora a la ingeniería tisular, un área innovadora de la histología que hace un siglo solo podía vislumbrar alguien como el nobel español.
Este médico humanista, pionero de la investigación de tejidos e impulsor del primer programa de doctorado en ingeniería tisular en España es, además, uno de los mayores conocedores de la figura del nobel español.
«Las investigaciones de Cajal, plasmadas en su obra Histología del sistema nervioso del hombre y los vertebrados, fueron esenciales para la ciencia. Ese libro, como los Principia de Isaac Newton o El origen de las especies de Darwin, abrió una puerta a un mundo desconocido, la puerta hacia el conocimiento de los circuitos y estructuras del sistema nervioso que hasta entonces no se conocían», explica Campos en una entrevista.
«A día de hoy todos sabemos que sus descubrimientos histológicos marcaron un antes y un después en el conocimiento de la función y la patología del sistema nervioso, pero pocos saben que al final de su trayectoria científica, con la ayuda Jorge Francisco Tello -uno de sus discípulos-, creó conductos de ciáticos vacíos en los que ponían médula de sauco «y hacían que las terminaciones nerviosas continuaran a través de ellos para inervar las zonas periféricas denervadas. Básicamente lo que hacemos hoy en día con biomateriales para crear nervios artificiales», destaca Campos.
Cajal y Tello intentaron una proeza, regenerar el tejido nervioso, y lo hicieron un siglo antes de que Robert Langer y Joseph P. Vacanti, en un artículo publicado en la revista Science en 1993, definieran por primera vez el concepto de ingeniería tisular, el campo que usa la ingeniería y las ciencias de la vida para desarrollar tejidos artificiales con fines terapéuticos y que supuso un cambio de paradigma en la medicina.
Uno de los grupos pioneros en ingeniería tisular en España es el que dirige Antonio Campos en la Universidad de Granada, que desde finales de la década de 1990 intenta generar tejidos artificiales lo más biomiméticos posible con los tejidos naturales para poder curar a los pacientes.
«Lo que hacemos ahora ha cambiado el paradigma de la histología porque ya no está orientada solo a dar con el diagnóstico, sino a la terapéutica porque de un tiempo a esta parte hemos comprobado que los tejidos también curan», asegura.
Segunda piel
Córnea, piel, nervios, mucosa oral, cartílagos y hasta paladares infantiles son algunos de los tejidos que investiga el grupo de Campos. De momento, la córnea y el paladar artificiales han sido ya aprobados por la Agencia del Medicamento para su ensayo, y la piel está aprobada para uso compasivo hospitalario en grandes quemados.
Este modelo de piel artificial ya se ha probado con éxito en más de 10 pacientes. «La primera fue una mujer con quemaduras en casi el 80 por ciento de su cuerpo, lo que implicaba una altísima probabilidad de mortalidad». A partir de una muestra de piel sana de dicha paciente se fabricaron láminas de piel biomiméticas con células de la paciente y biomateriales generados por el grupo (como una recreación de su propia piel) que fueron trasplantadas a la paciente. «Tres meses después, la mujer fue dada de alta», recuerda Campos con emoción. «Y aunque todavía la piel artificial creada no es perfecta, esa piel le ha permitido vivir».
«Luego, por una casualidad, supimos de la extraordinaria evolución que tuvo en su vida otro de los pacientes tratados con la piel artificial generada en Granada. Un profesor asociado de nuestro grupo de investigación participaba en una subida al monte Kilimajaro cuando se encontró con un joven que participaba en la escalada y que le contó que la piel de gran parte de su cuerpo era artificial y había sido creada en Granada. ¡Era la piel que habíamos hecho nosotros!». Y no solo eso, «gracias a este encuentro casual, supimos que, motivado por la recuperación, había corrido maratones, escalado el Mont Blanc y había cruzado a nado el Estrecho de Gibraltar. Estaba encantado con su piel nueva y quería estimular a otros pacientes con grandes quemaduras como las suyas», relata.
Este grupo de investigación también ha desarrollado una córnea artificial que ya está en la segunda fase del ensayo clínico y en próximas fechas se implantará el primer paladar a un niño con malformación.
Museo de la Medicina
Campos es un gran defensor de la ciencia y la medicina que se han hecho en España. «Se han hecho aportaciones brillantes de las que nuestra sociedad debería tomar conciencia porque como decía el poeta Goethe, 'todo lo que recibimos de nuestros padres, hay que conquistarlo', es decir, hay que valorarlo, celebrarlo y hacerlo nuestro para realmente poseerlo», opina Campos.
Para este médico habría que promover un Museo Español de la Medicina, «un lugar que pusiera en valor, entre otras muchas aportaciones a la medicina, avances como la campaña de vacunación que Balmis llevó a cabo en el siglo XIX en varios continentes para luchar contra la viruela, o a figuras como Fidel Pagés, el médico militar que inventó la anestesia epidural en un hospital en Melilla».