Hay que reconocer que Pedro Sánchez es el mejor estratega político del momento y el que marca los tiempos a todos los demás. Incluso cuando se ve superado por la realidad, reacciona casi siempre antes que sus aliados y sus contrarios e impone, como dicen ahora los cursis, "su relato". Todo va de cómo se cuentan las cosas, no de cómo son. Y ahí ganan por goleada el presidente del Gobierno y, en general, la izquierda. Lo cuentan mejor que sus rivales. Si es preciso desfigurando la realidad y cambiando la historia. La derecha siempre llega tarde y, desde Feijóo hasta Abascal, acaban siempre siguiendo "el relato" que les hace la izquierda, incapaces de ofrecer un proyecto, de defenderlo, de mantener una línea recta, de no virar según les mueva el viento de la izquierda.
Sánchez fue casi expulsado de su propio partido, volvió, derrotó a todos y recuperó las riendas. Ganó el poder por la puerta de atrás. Se mantiene incluso perdiendo todas las elecciones y ha triturado a los posibles rivales internos. Nadie se atreve a hablar o a contradecir al líder supremo, todos son esclavos sumisos de las decisiones del jefe. Y tiene unos millones de votantes que le votarán haga lo que haga. Lo peor no es eso. Lo peor es que también ha triturado a toda la izquierda. Empezando por el propio Partido Socialista, irreconocible en su deriva bananera, con una falta de respeto permanente a la Corona y a la Constitución, denostando la independencia judicial, la separación de poderes y la libertad de información y acosando a jueces y periodistas, con una colonización de las instituciones y las empresas públicas y privadas, y con una cesión permanente a todos sus aliados en lo que no es un pacto de progreso sino de intereses.
Sánchez rechazó el pacto con Podemos, lo firmó, y apuñaló a Iglesias después de usarlo para alcanzar el poder. Elevó a figura política a Yolanda Díaz para acabar con Iglesias y volver a ganar, la hizo pensar que iba a ser la regeneradora de la democracia y luego la ha tratado con desdén y desprecio hasta situarla como lo que es, un bluf, al mismo tiempo que ha hecho de Sumar, otro bluf, un grupo ingobernable, desgastado y sin cabeza. A Esquerra Republicana de Cataluña la sumó también al carro del sanchismo, logró que le apoyara en Madrid, a cambio de dejarla gobernar Cataluña y demostrar que no es capaz de gestionar una comunidad autónoma y la ha fracturado en dos bloques seguramente irreconciliables. Esa es hoy la izquierda. Cuando Sánchez deje el poder, después de haber cedido todo para seguir, y el PSOE tenga que hacer la travesía del desierto en que le habrá situado el presidente, lo único que quedará desde el centro hasta la extrema izquierda será vacío, carne de cañón para un populismo extremo, estilo Alvise. O peor. Será la destrucción de la izquierda que necesitará décadas para reconstruirse. Y eso, la carencia de un partido de izquierdas, constitucionalista, democrático, respetuoso con el Estado de Derecho, la separación de poderes, la independencia judicial y la defensa de las libertades, es grave para España-
En este país gobernado por Sánchez, crece la pobreza extrema, hay cada vez ricos mucho más ricos y las diferencias entre unos y otros son crecientes. Sánchez no es un político de izquierdas. Sánchez no es un líder del PSOE. Sánchez sólo es de Sánchez. Sánchez sólo tiene un partido, el suyo. A Sánchez no le importa el futuro, solo el presente si él está en el poder. Nadie como él está haciendo tanto por un crecimiento del populismo de derechas que tense el ambiente y contribuya a incrementar la crispación. Nadie como él está contribuyendo a la división de la sociedad y a la desafección de los ciudadanos hacia la política.